DOSSIER
DOI: https://doi.org/10.22517/25392662.24463 - pp 124-132
UN ACUERDO DE PAZ CON MUCHOS ENEMIGOS: URIBE CARREÑO, ENRIQUE, OLGA STELLA GARZÓN, ESTELLE SCHUPPERT Y ARIA RIBIERAS. COLOMBIE, COMPRENDRE LE PROCESSUS DE PAIX. PARIS: L’HARMATTAN, 2017, 270 PP. *
A PEACE AGREEMENT WITH A LOT OF ENEMIES URIBE CARREÑO, ENRIQUE, OLGA STELLA GARZÓN, ESTELLE SCHUPPERT Y ARIA RIBIERAS. COLOMBIE, COMPRENDRE LE PROCESSUS DE PAIX. PARIS: L’HARMATTAN, 2017, 270 PP.
Recibido: 20 de marzo de 2020.
Revisado: 07 de septiembre de 2020.
Aceptado: 06 de noviembre de 2020.
Publicado:31 de diciembre de 2020.
Esta compilación sobre el conflicto político colombiano con la guerrilla de las Farc y el Acuerdo de Paz en 2016 ofrece dos cosas que vale la pena resaltar: primero, la pertinente selección de artículos sobre el tema estudiado por algunos de los más importantes sociólogos, politólogos, historiadores colombianos y extranjeros1. Segundo, la motivación de profesores —voto de confianza— y de alumnos —traductores de los artículos— de llevar a cabo este trabajo colectivo poco usual que debería multiplicarse como una excelente práctica académica. Si se observa la cronología que aparece al final de libro, el lector podrá darse cuenta de la historia del conflicto armado desde 1948 con la muerte del líder popular Jorge Eliécer Gaitán hasta 2016 con la firma del acuerdo de paz con las Farc, la guerrilla beligerante más antigua de América. En dicha cronología se puede constatar lo que los especialistas en el libro van a enfatizar, la creación de varios grupos guerrilleros a partir de los años sesenta y los distintos momentos de baja y alta intensidad del conflicto entre estas agrupaciones rebeldes y el Estado, sin que en ningún momento el Estado haya podido eliminarlas, ni las guerrillas haber vencido el ejército y tomado el poder como presumían en 19822. Pero lo que más llama la atención de los ensayos de la mayoría de los ensayistas invitados es los intentos de acuerdos de paz, todos abortados desde el gobierno de Rojas Pinilla en 1953; llámense estos, pactos, armisticios, desmovilizaciones, treguas, pactos, negociaciones, hasta el Acuerdo de Paz del gobierno de Santos en 2016.
Los especialistas observan algunas paradojas sobre el conflicto colombiano y en particular sobre el Acuerdo de Paz de 2016. Según observadores internacionales, en la historia de los países en conflicto interno, es el mejor acuerdo de paz que ha habido, dado el trabajo minucioso realizado por los negociadores, por la diversidad ideológica de los mismos y las muchas personalidades de países extranjeros y organismos internacionales que intervinieron. Además, desde que las Farc comenzaron a negociar disminuyeron ostensiblemente las muertes violentas, los secuestros y los atentados a poblaciones y a la infraestructura; la gente podía viajar por el país sin ningún problema porque en muchos años no se había sentido tal seguridad; los habitantes del campo y de los pueblos podían trabajar y desplazarse sin problema alguno. Sin embargo, no se logró que toda la población se solidarizara con la iniciativa, a pesar de lo costoso que había sido dicho conflicto armado en todos sus aspectos, como lo muestran las cifras: 62,8 % de los colombianos –de mayoría urbana– no salieron a votar, y del 37,2 % que lo hizo, el 50,21 % votó por el «NO» y el 49,79 votó a favor3. A esta indiferencia y polarización4 contribuyeron en gran parte los grandes medios de comunicación, de la mano del partido de derecha Centro Democrático y también las iglesias cristianas. A los que se les unieron el gran capital y los terratenientes, para quienes siempre ha sido mejor negocio la guerra que la paz.
Los que en gran parte votaron a favor del «SÍ» por la paz fueron los campesinos y habitantes de pequeños pueblos que han padecido la violencia de larga data; en las ciudades fueron los sindicalistas, estudiantes, intelectuales, movimientos políticos alternativos, ONG solidarias, pero eso no ha sido suficiente para consolidar y aplicar dicho acuerdo como es necesario y urgente. Una de las razones de la prolongación del conflicto durante cinco décadas y del voto del «NO» al referendo por la paz era que la única alternativa de acabar con la guerrilla era desconocer las razones históricas del conflicto tanto en el pasado como en el presente, despojar a los combatientes de toda humanidad y exterminarlos. Cinco décadas y todas las negociaciones habidas han demostrado la ineficacia de esta opción guerrerista, no solo en Colombia sino también en todos los países del mundo con conflictos similares. Este hecho incontrovertible llevó al gobierno del presidente Juan Manuel Santos a emprender el camino más difícil con una larga y compleja negociación para buscar por fin una paz estable y no continuar con una guerra sin salida como ha ocurrido durante décadas. Como bien lo señaló el presidente Santos al recibir el Premio Nobel de la Paz, el Acuerdo de Paz no es solo el logro de un gobierno o presidente, sino de toda la sociedad que debe velar por que se mantenga, proteja y contribuya a que sea estable y duradera, que es el objetivo más difícil cuando hay sectores obstinados que no lo desean así. Razón tiene cuando sostiene que «al igual que la vida, la paz es un proceso que nos depara muchas sorpresas»5.
Para una mejor comprensión por parte de los lectores de lo que ha sido el conflicto colombiano entre la guerrilla de las Farc y el Estado colombiano y el reciente Acuerdo de Paz, los compiladores han dividido el libro en cuatro capítulos y un epílogo. En los tres primeros, sociólogos, politólogos e historiadores, especialistas del conflicto interno colombiano, reflexionan sobre él, formulan interrogantes y algunos proponen salidas posibles al acuerdo firmado en 2016. En el primer capítulo «El origen del conflicto», a lo que también algunos autores se refieren en otros capítulos, hay consenso en que uno de los problemas fundamentales desde las primeras décadas del siglo XX ha sido el problema de la tierra, observado en la distribución desigual, apropiación o expropiación por la fuerza, privatización, represión, violencia generalizada contra el campesinado, etc. Acompañado de este problema se observa otro que es estructural y permanente en la sociedad colombiana y es una profunda desigualdad social que crea un país altamente estratificado, injusto, discriminativo, debido a una minoría poderosa e insensible en relación con unas mayorías que carecen de todo. De estas dos situaciones deriva una tercera, la exclusión en la participación política y la represión a los movimientos populares y sus líderes. Hasta antes de la Constituyente de 1991, no hubo tercerías políticas porque el Estado, los dos partidos políticos y las élites hicieron todo lo posible por impedir esa participación o eliminarla violentamente, como lo hicieron con el brazo político de las Farc, la Unión Patriótica. Un nuevo problema se agrega a partir de los años setenta y se ha incrementado en los ochenta y siguientes, y es la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos del país con la doctrina de la seguridad nacional y seguridad continental, la doctrina militar del enemigo interno, el Plan Colombia para la erradicación de cultivos ilícitos, todo esto como pretexto para imponer sus políticas de guerra fría y la explotación y apropiación de materias primas con toda impunidad por parte de sus compañías multinacionales. Colombia ha sido históricamente uno de los pocos países de América Latina que ha estado sometido incondicionalmente a los designios del Pentágono, del Fondo Monetario Internacional y de las multinacionales, porque su clase dirigente se ha comportado siempre con un actitud servil y vergonzante, en detrimento de las condiciones fundamentales de la vida de los colombianos.
No hay un consenso en cuanto al origen histórico del conflicto o violencia en pueblos y campos distantes de las grandes ciudades. Fajardo y Vega lo asocian con el surgimiento de los grupos socialistas y movilizaciones sociales de los años veinte contra las primeras multinacionales del petróleo y el banano y la naciente burguesía cafetera e industrial. La mayoría de los ensayistas —González, Pécaut, Giraldo, García, Fajardo, Vega— coinciden en que su estado embrionario se da con la Violencia de finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, que motivaron la formación de la guerrilla liberal y, luego, en los sesenta y como efecto de la guerra fría, la revolución cubana, el maoísmo y el problema estructural de la distribución de la tierra nunca resuelto, se forman las Farc y otras guerrillas de izquierda de tendencias ideológicas diversas. Los estudiosos del tema coinciden en que el conflicto armado entre el Estado y las Farc se da a comienzos de los años ochenta con la expansión del narcotráfico mediante el apoyo estratégico y militar de grupos paramilitares. Estos últimos fueron estimulados por el Estado, gobernantes regionales y dirigentes locales para combatir a las guerrillas y con ello mantener el statu quo institucional y el control económico. Al institucionalizarse estas bandas criminales con el apoyo de los aparatos policiales del Estado, la violencia y la confrontación con las guerrillas se salió de cauce, generando una guerra sin cuartel y, como resultado, más de 250 mil muertes directas por el conflicto, 800 mil más de modo indirecto, más de treinta mil desaparecidos, decenas de miles secuestrados, más de seis millones de campesinos desplazados de sus tierras y daños materiales incalculables para la infraestructura nacional y local6. En el capítulo II, «El proceso de paz (1982-2017)», los especialistas siguen paso a paso los distintos pactos, treguas y negociaciones durante los gobiernos de Belisario Betancur (1982-1986), Virgilio Barco (1986-1990), César Gaviria (1990-1994), Andrés Pastrana (1998-2002) y Álvaro Uribe (2002-2010)7 para lograr una paz estable. El único plebiscito que ha tenido una aceptación unánime de parte de la población, las instituciones públicas y privadas fue el de 1957 para acabar definitivamente con la confrontación bipartidista. Los demás pactos, desde la creación del Frente Nacional con los grupos alzados en armas, han abortado, salvo el de 2016, porque han significado «un pacto de silencio en cuanto a la responsabilidad de las élites», ya que los campesinos y colonos, las verdaderas víctimas, «permanecieron invisibles y nunca fueron indemnizadas»8. Y como señala el prologuista, esas treguas fracasaron porque no tuvieron un seguimiento, veeduría puntual, por falta de experiencia y, sobre todo, de voluntad política de parte del Estado y de las guerrillas. Según algunos combatientes, «esta historia se ha repetido muchas veces para mostrar que la tregua ha sido siempre una trampa tendida por el otro»9. De ahí la importancia de las negociaciones entre el Estado y las Farc iniciadas en el 2012 y concluidas en 2016 para cesar definitivamente el conflicto con esa guerrilla que ha durado cincuenta años con un saldo incalculable de víctimas y de daños materiales para el país.
El capítulo III está dedicado a «El proceso de paz de la Habana». Tres conocedores del tema, Fernán E. González, Daniel Pécaut y Javier Giraldo Moreno resaltan los problemas fundamentales para lograr el acuerdo, porque este fue un largo proceso con muchos obstáculos en el camino. Primero, había necesidad de que las partes aceptaran «romper el vínculo profundo entre violencia y política, característica de la historia de Colombia después de los orígenes de su vida republicana»10. Segundo, desmontar «la visión conspirativa de la política»11 de aquellos que pensaban que con ese acuerdo el Estado capitulaba ante las exigencias de las Farc y, del lado de estos, su evidente escepticismo y desconfianza de que sería una trampa más como había sucedido en eventos anteriores. Tercero, que el acuerdo obligaba a las Farc a muchos compromisos, partiendo de un «sistema global de verdad, justicia y no repetición»12 y al Estado de iniciar reformas estructurales en lo económico, político y cultural y, sobre todo, en lo relativo al tema de la tierra. Cuarto, como un gran desafío de urgente necesidad se requería «una pedagogía por la paz»13 para «despolarizar las dos visiones opuestos de los actores implicados»14 y crear así un clima de confianza entre la población, lo que parece difícil de lograr bajo el nuevo gobierno de Iván Duque (2018-2022) y el partido que lo llevó al poder y controla sus hilos, el Centro Democrático.
En el cuarto capítulo, denominado «Escollos y fortalezas» se agrupan, en general, algunas opiniones breves de escritores, periodistas, médicos y profesores. En el epílogo aparecen algunas reflexiones, también breves, sobre el concepto revolución que, según los autores, es una noción polisémica y controvertida. Estos dos últimos capítulos no aportan mucho a la discusión, salvo corroborar a manera de opinión lo dicho en los primeros en los que tema del conflicto Farc y Estado colombiano y el Acuerdo de Paz de 2016 y sus efectos están bien fundamentados.
Según los investigadores del libro sobre el conflicto interno colombiano y la paz, los temores subsisten en las dos mitades de la población. Sectores que votaron por el «NO» lo hicieron por motivos infundados y la manipulación ideológica de la derecha colombiana y de las redes sociales, pero tampoco se puede desconocer la existencia de un sector de la población que no cree en la paz, que no comparte lo acordado, incluso hay sectores sociales que se oponen a cualquier transacción con las Farc por el historial de violencia de esta guerrilla. En fin, es esta una realidad compleja de asumir y resolver y demandará tolerancia y mucho tiempo para calmar los espíritus.
Estas son algunas de las razones que se esgrimieron antes del referéndum: las Farc quiere ponerse en pie de igualdad con el gobierno para que se acepten todas sus exigencias15; es un complot orquestado por personas de mala fe para atentar contra el orden establecido; la justicia reparadora equivale a impunidad; no habrá verdadera reinserción a la vida civil; las Farc no reconocerán su fracaso militar de la guerra y el triunfo militar del ejército; habrá impunidad por las masacres y genocidios habidos y violación de los derechos humanos16; sería el triunfo del castrochavismo y por ello sembrarán más miedo y odio. En definitiva, las Farc son enemigas irreductibles del Estado y de las Instituciones y por eso hay que combatirlos sin piedad, para recuperar el orden establecido; y este debe ser restaurado por la acción de un salvador mesiánico17, en otras palabras, por Uribe y su Centro Democrático. Sin embargo y ahí reside la paradoja, un 50 % de la población votó por la paz porque, en la opinión de un especialista en el asunto, la mayoría de la población «teme más a la impunidad de los poderosos, agentes estatales y paramilitares, cuyos crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio superan con creces las cantidades y crueldades de la insurrección»18.
Fajardo, González, Giraldo y Pécaut reconocen el escepticismo y desconfianza de las Farc hacia el Estado y sus Instituciones, debido a la experiencia histórica de las muchas negociaciones anteriores fracasadas, como se ha venido demostrando en el presente con la persecución y asesinato de líderes populares y de desmovilizados. Al 31 de diciembre de 2019 iban más de 800 líderes sociales asesinados y 200 desmovilizados de las Farc19. Entre los motivos de recelo de las Farc están el genocidio contra los integrantes de la Unión Patriótica20, brazo político de las Farc, consecuencia de un acuerdo de paz burlado; el problema de la distribución y explotación de la tierra no resuelta por «la monopolización de la propiedad, su falta de legitimidad, la existencia de estructuras feudales y la ausencia de
legislación laboral»21; un sistema electoral corrupto que no avizora cambios estructurales; la criminalización de la protesta social; la persecución y asesinatos aleves de líderes populares; los bajos salarios en el campo; la no restitución de tierras usurpadas; la no protección de las comunidades indígenas; la aplicación impune de la doctrina de seguridad nacional y la doctrina militar del enemigo interno; el no reconocimiento de la existencia real del paramilitarismo que actúa en connivencia con los aparatos policiales del Estado; la siempre postergada reforma del sistema de propiedad privada de la tierra y su apropiación por la fuerza22. Hay un consenso entre los especialistas: mientras en Colombia, como efectivamente se observa, haya desigualdades extremas, concentración e «inmovilidad de la propiedad de la tierra y de la participación política»23, no habrá verdad ni reparación, sino impunidad generalizada24; «falta de democracia», represión del Estado contra «la protesta social» y «cualquier movimiento de base que busque modelos de sociedad alternativos y justos»25, y por tanto no habrá una paz efectiva26. Si la mayoría de la población no se convence de que es peor la guerra que la paz; guerra que ha durado tantas décadas y ha generado decenas de miles de muertes, centenares de secuestros, millones de campesinos desplazados hacia las ciudades, extorsiones, daños a la infraestructura del país, la paz será frágil27. Mientras siga existiendo el poder controlado e impuesto «por una minoría poderosa, estructurada según intereses internacionales»28 y no sean resueltas las causas profundas y estructurales del conflicto, no habrá una democracia representativa29 y no se podrán mejorar y fortalecer las instituciones del Estado en los económico, político, cultural y moral. Es claro para los ensayistas del libro que la justicia transicional tiene como objetivo, mediante procedimientos y mecanismos precisos, poner fin a los abusos cometido por las dos partes, el Estado y las Farc. En ese caso, cada parte debe asumir la responsabilidad para hacer justicia y lograr la reconciliación entre los colombianos. La principal responsabilidad de ambas partes es reconocer que la política y la guerra no deben ir juntas.
De la parte de las Farc se exige la inmediata cesación del fuego y la entrega de las armas, la renuncia a la lucha armada como un instrumento político y convertirse en grupo político legal. Además, confesar los crímenes cometidos y pedir perdón a las víctimas e indemnizarlas; restituir la verdad y con ello asegurar la protección de la vida y la integridad de las víctimas; renunciar a la producción, comercialización y rentabilidad de los cultivos ilícitos; ubicar y recuperar las minas antipersonales (minas quiebrapatas); permitir el retorno de las personas desplazadas por la fuerza; restituir las tierras expropiadas; comprometerse a no cometer más crímenes, secuestros y extorsiones; no destruir la infraestructura; no desposeer a los campesinos de la tierra; someterse a la justicia para pagar las penas debidas. Esta justicia transicional significa que no puede haber construcción de paz si no hay la reparación global de las víctimas30.
Hay otro consenso. Ha faltado por parte del Estado una suficiente pedagogía por la paz antes, en y después. No ha habido la educación necesaria sobre la importancia del acuerdo de 2016 que contribuya a la toma de consciencia de todo el pueblo colombiano. Como bien señala Fernán González, «los acuerdos no son un punto de llegada sino un punto de partida, porque deben estar enmarcados por un proceso de reformas parciales que, aunque puedan ser limitadas, deben llevar a la reconstrucción del país en sus dimensiones política, económica y cultural»31. La reflexión y los diálogos deben darse entre las diferentes memorias, entre víctimas y victimarios, que «permita al país ir hacia la construcción de una memoria legítima, no consensual, que integre las diferencias y las responsabilidades de los opositores, así como el reconocimiento de las víctimas»32.
El desafío más grande del acuerdo político entre el Estado y las Farc no ha sido la negociación entre las partes, que ha sido difícil33, sino llevar a cabo lo convenido en el acuerdo. Incluso entre 2018 y 2019, en más de una entrevista pública el presidente Iván Duque ha afirmado categóricamente que jamás se sentará a dialogar con los líderes de las Farc, entre ellos algunos senadores de la República en el presente34. Aunque el Acuerdo de Paz ha permitido a Colombia dar un gran paso adelante, según un politólogo, es necesario «desmontar las numerosas trampas que vendrán después del conflicto»35, porque el país «ha padecido treinta y tres años de paz abortadas»36 y no soporta otra más. El post conflicto se anuncia difícil porque aún hay mucho resentimiento exacerbado por minorías políticas en el Parlamento37. Esta polarización limita los avances en la implementación de los acuerdos38 y la capacidad para enfrentar otros problemas como las negociaciones de paz con la guerrilla del ELN y con otros grupos armados delincuenciales, el cultivo y exportación de drogas ilícitas; asimismo, la corrupción extendida en las instituciones del Estado y el sector privado. Pero hay un consenso entre los investigadores que, aunque el Acuerdo de Paz no arreglará todos los problemas, de todas maneras, es un paso avanzado en relación con los anteriores intentos de negociación39. La fragilidad de la paz y sus enemigos en el poder se ha demostrado recientemente con la denuncia formulada por The New York Times sobre los nuevos falsos positivos y el interés del Gobierno de echar por tierra los Acuerdos de Paz. Según un editorial del periódico estadounidense, «hoy, casi tres años después, y con la nación liderada por oponentes de los acuerdos, la paz se estaría desintegrando, lo cual sería un desastre para el país, para la región y para la causa de la democracia»40.
Esta compilación de diversos puntos de vista sobre el Acuerdo de Paz de 2016, y de los que le han precedido, muestra lo complejo de un asunto que compromete a toda la sociedad colombiana y la sigue polarizando. Porque, así como no hay una sola explicación que permita la comprensión de las múltiples violencias padecidas y las que se siguen observando, tampoco hay soluciones únicas e inmediatas que respondan a tantos interrogantes y fracasos de la paz. Pero las reflexiones aportadas en este libro sirven al lector para esclarecer el camino recorrido y continuar indagando sobre un asunto multicausal en la búsqueda de una paz real que parece aún lejana.
* Este documento respeta las directrices y normas dispuestas en la Declaración de Ética de Publicación de Ciencia Nueva, Revista de Historia y Política. Esta declaración puede consultarse en la página web de la revista: http://revistas.utp.edu.co/index.php/historia
** Profesional en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia Bolivariana. Magíster en Educación, Psicoorientación y Consejería por la Universidad de Antioquia. Doctor en Estudios Iberoamericanos por la Université Michel de Montaigne-Bordeaux. Profesor en la Université de Montréal.
1 A manera de ilustración, traemos aquí solo los nombres de estos especialistas y los referimos en las citas, porque son los autores de los artículos más estructurados y que más aportan a la discusión. Ellos son en orden de aparición en el libro: Enrique Uribe C., Darío Fajardo, Renán Vega Cantor, Javier Giraldo Moreno (dos artículos), Darío Acevedo, Daniel García Peña, Álvaro Villarraga Sarmiento, Fernando Hernández V., Viviana Vera G., Fernán E. González, Daniel Pécaut, Juan Carlos Henao, Stephen Launay y Frédéric Massé.
2 Pécaut en Enrique Uribe Carreño et al., Colombie, comprendre le processus de paix (Paris: l’harmattan, 2017), 163.
3 Véase: «Qué dice de Colombia que haya habido 62 % de abstención en el histórico plebiscito por el proceso de paz», BBC, acceso el 3 de octubre de 2016, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37539590
4 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 135.
5 Santos en Uribe Carreño et al., Colombie…, 247.
6 Henao en Uribe Carreño et al., Colombie…, 187. Massé en Uribe Carreño et al., Colombie…, 213. Véase: «Base de datos ¡Basta ya!», Centro Nacional de Memoria Histórica, acceso el 23 de noviembre de 2020, http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDatos.html y en «Rapport annuel de Tendencias globales, Agence de l’ONU pour les Réfugiés, 2016» en Vera en Uribe Carreño et al., Colombie…,
7 García en Uribe Carreño et al., Colombie…, 77-92.
8 Pécaut en Uribe Carreño et al., Colombie…, 162.
9 Uribe en Uribe Carreño et al., Colombie…, 12.
10 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 135.
11 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 136.
12 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 145.
13 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 140.
14 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 159.
15 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 136.
16 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 135-137.
17 Uribe Carreño et al., Colombie…, 137.
18 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 169.
19 Véase: CINEP, ¿Cuáles son los patrones? Asesinatos de Líderes Sociales en el Post Acuerdo (Bogotá: Cinep, 2018); Naciones Unidas, Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, (informe S/2019/988 del 26 de diciembre de 2019) y Redacción Colombia 2020, «Más de 800 casos de violencia contra líderes sociales están en la impunidad: Cinep», El Espectador, 9 de mayo de 2019, acceso el 23 de noviembre de 2020, https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/mas-de-800-casos-de-violencia-contra-lideres-sociales-estan-en-la-impunidad-cinep-articulo-859729/
20 Fundada legalmente en 1985 luego de un acuerdo de paz durante el gobierno de Belisario Betancur. En las dos décadas siguientes fueron asesinados más de tres mil de sus miembros, al punto que la misma Fiscalía General de la Nación lo declaró en 2014 como “delitos de lesa humanidad”.
21 Fajardo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 20.
22 Fajardo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 20-28. González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 139-140. Pécaut en Uribe Carreño et al., Colombie…, 165-166.
23 Fajardo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 27.
24 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 56.
25 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 171.
26 Uribe en Uribe Carreño et al., Colombie…, 11.
27 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 171.
28 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 169.
29 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 168.
30 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 135-137. González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 143- 148, 153-158. Henao en Uribe Carreño et al., Colombie…, 187-188.
31 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 159.
32 González en Uribe Carreño et al., Colombie…, 154.
33 Massé en Uribe Carreño et al., Colombie…, 215.
34 Incluso, y no pocas veces, varios senadores del Centro Democrático que sostienen al gobierno han calificado públicamente a los colegas senadores de las Farc de «narcoterroristas», «violadores», «asesinos». «¿Qué se dijeron uribistas y Farc este martes en el Senado?», El Tiempo, 22 de agosto de 2018, acceso el 23 de noviembre de 2020, https://www.eltiempo.com/politica/congreso/primera-pelea-entre-senadores-de-las-farc-y-del-centro-democratico-en-el-congreso-258644
35 Massé en Uribe Carreño et al., Colombie…, 225.
36 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 167.
37 Massé en Uribe Carreño et al., Colombie…, 223.
38 Giraldo en Uribe Carreño et al., Colombie…, 167
39 Massé en Uribe Carreño et al., Colombie…, 221.
40 En Sergio Gómez Maseri, «La paz en Colombia se está 'desintegrando', según 'The New York Times’», El Tiempo, 24 de mayo de 2019, acceso el 23 de noviembre de 2020, https://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/el-new-york-times-dice-que-la-paz-en-colombia-se-esta-desintegrando-366274
Referencias
BBC. «Qué dice de Colombia que haya habido 62 % de abstención en el histórico plebiscito por el proceso de paz». Acceso el 3 de octubre de 2016, https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37539590
Centro Nacional de Memoria Histórica. «Base de datos ¡Basta ya!». Acceso el 23 de noviembre de 2020, http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDat os.html
CINEP. ¿Cuáles son los patrones? Asesinatos de Líderes Sociales en el Post Acuerdo. Bogotá: Cinep, 2018.
Gómez Maseri, Sergio. «La paz en Colombia se está 'desintegrando', según 'The New York Times’». El Tiempo, 24 de mayo de 2019. Acceso el 23 de noviembre de 2020. https://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/el-new-york-times-dice-que-la-paz-en-colombia-se-esta-desintegrando-366274
Naciones Unidas. Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia. Informe S/2019/988 del 26 de diciembre de 2019.
«¿Qué se dijeron uribistas y Farc este martes en el Senado?». El Tiempo, 22 de agosto de 2018. Acceso el 23 de noviembre de 2020. https://www.eltiempo.com/politica/congreso/primera-pelea-entre-senadores-de-las-farc-y-del-centro-democratico-en-el-congreso-258644
Redacción Colombia 2020. «Más de 800 casos de violencia contra líderes sociales están en la impunidad: Cinep». El Espectador, 9 de mayo de 2019. Acceso el 23 de noviembre de 2020. https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/mas-de-800-casos-de-violencia-contra-lideres-sociales-estan-en-la-impunidad-cinep-articulo-859729/