Ciencia Nueva. Revista de Historia y Política | e-ISSN 2539 - 2662

Vol. 5 Núm. 1 Dossier | Enero - Junio de 2021 - Pereira, Colombia





Dossier
“Prácticas públicas de la historia.
Contextos locales, diálogos globales”

DOI: https://doi.org/10.22517/25392662.24619 - pp 257-277



Democratizar el pasado: balance de una experiencia de historia pública en Colombia


Democratizing the past: balance of an experiencie of public history in Colombia


Recibido: 22 de diciembre de 2020

Aceptado: 14 de abril de 2021



Resumen


Este artículo presenta la experiencia de trabajo de Historia Entre Todos, un proyecto de historia pública y educación para la paz en Colombia, como forma de diálogo entre la academia y la práctica fuera de la universidad. Se presentan los principios políticos del proyecto y la propuesta pedagógica, la cual representa un ejercicio de construcción de metodologías y didácticas basadas en las aptitudes del conocimiento histórico. Así mismo se exponen algunos de los principales retos que los ejercicios de historia pública enfrentan en Colombia.


Keywords: Colombia, historia pública, pedagogía, educación para la paz, historia.


Abstract


This article presents the work experience of Historia Entre Todos, a project on public history and peace education in Colombia, as a form of dialogue between the academy and the practices outside the university. We present the political principles of the project and the pedagogical proposal, which depict the construction of methodologies and didactics based on the aptitudes of historical knowledge. Moreover, we expose some of the main challenges that public history exercises face in Colombia.


Keywords: Colombia, Public History, pedagogy, peace education, history.


Introducción1


En los últimos años se ha presentado un boom de la historia pública en Colombia. La creación de eventos académicos2, la publicación de números de revistas especializadas3, la emergencia de grupos de investigación4, la consolidación de cursos y seminarios universitarios5, e incluso el creciente número de podcast y proyectos audiovisuales sobre historia6 reflejan un creciente interés por este tema, dentro y fuera de la disciplina. Esto no es sorpresa.


Una de las consecuencias del proceso de paz llevado a cabo entre las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos ha sido la cuidadosa revisión de los relatos históricos sobre el conflicto armado colombiano. Allí, la historia pública ha encontrado un campo fértil para trabajar en las reflexiones sobre el pasado y su relevancia social.


Sin embargo, este creciente interés por los usos y desusos del discurso histórico no ha estado acompañado de reflexiones teóricas profundas que indaguen sobre las implicaciones que puede tener esta emergente rama disciplinar para la profesión y para nuestra vida en un contexto como el actual, atravesado por una profunda crisis social, política y de fuertes disputas en el campo de la memoria. Un recuento por todos los elementos anteriormente mencionados evidencia que, si bien existe una inquietud creciente por el tema, la inmediatez de las coyunturas —que termina por convocar más a la acción que a la reflexión— y la fragmentación de experiencias han relegado a la historia pública apenas a un anexo extra de las mallas curriculares o, peor aún, a un saludo a la bandera.


El llamado a construir una academia con vocación social pierde cualquier propósito si no se relaciona de manera directa con el mundo universitario que se busca cambiar. En este sentido, hemos notado con cierta preocupación que han empezado a marcarse dos tendencias: una antiacadémica, que reniega ante cualquier posibilidad de diálogo con dicho mundo universitario, trabajando autónomamente fuera de lo que considera espacios tradicionales (e incluso violentos) de circulación del conocimiento; y otra, académica y academicista, completamente hermética y ensimismada que, aunque reconoce el valor de nuevas formas de interactuar con el pasado, se centra solo en estudiarlas distanciadamente y no en participar activamente en ellas fuera de los espacios educativos tradicionales7. Al rehusarnos a reflexionar sobre estas dos tendencias estamos corriendo el riesgo de sucumbir ante cualquiera de estas dos posturas y crear así una brecha cada vez más imposible de cerrar entre la historia dentro y fuera de la universidad. Esta oposición, además, es similar a la que ya se ha planteado entre historia y memoria, una desafortunada distinción basada en una supuesta objetividad de la primera y subjetividad de la segunda, que ha llevado a entenderlas de manera opuesta y no complementaria8.


El presente artículo tiene entonces dos propósitos. Por un lado, es un ejercicio de sistematización y reflexión sobre más de tres años de experiencia de trabajo en historia pública del proyecto Historia Entre Todos (HET), y su continuidad actual en la colectiva Historia de Par en Par9, como una forma de reconocer, con humildad y con orgullo, el esfuerzo realizado en múltiples escenarios alrededor de esta emergente rama de la disciplina. Por otro lado, busca iniciar un diálogo sobre la historia pública a partir de estas experiencias concretas que se mueven entre la academia y las prácticas fuera de la universidad. Este trabajo también ha representado una oportunidad para darle orden y sentido a la labor realizada y nos ha permitido construir un relato coherente que creemos y esperamos pueda aportar a la urgente discusión sobre la historia pública en el país y, por qué no, en el continente.


El artículo se divide en cuatro partes. Primero, planteamos los orígenes inmediatos del proyecto, estableciendo la coyuntura que llevó a su consolidación y sus bases teóricas. El segundo apartado, a través de un recuento semicronológico, presenta la trayectoria de nuestro trabajo a partir las diferentes actividades que HET ha realizado. En este punto ahondaremos en las diversas herramientas pedagógicas construidas a lo largo de más de tres años y cómo estas se han reconfigurado a partir de la práctica y la reflexión continua. En el tercer apartado presentamos los retos que hemos enfrentado a lo largo de nuestro proyecto y planteamos una serie de dificultades que consideramos deben discutirse a profundidad, pues tienen implicaciones no solo relevantes para esta rama disciplinar sino para toda la profesión histórica, las ciencias sociales en general y para el debate público sobre el pasado. Finalmente, el escrito concluye con un apartado donde sintetizamos lo expuesto y presentamos una posible hoja de ruta para continuar las diversas discusiones expuestas a lo largo del texto.


La crisis que nos movilizó


Es importante diferenciar entre usos públicos de la historia y el heterogéneo grupo de prácticas conocidas como historia pública. Respecto al primero nos encontramos con una compleja relación entre política e historia que se puede remontar hasta el inicio mismo de la profesionalización de la disciplina. Respecto a la historia pública, entendida como una rama de la disciplina histórica, podemos rastrear de manera mucho más clara antecedentes inmediatos en el pasado reciente10. A pesar de que la historia pública académica suele ubicar sus antecedentes en EE. UU. y Europa, las inquietudes y los esfuerzos por «sacar la historia de la academia» no obedecen exclusivamente a una sola línea intelectual adaptada de proyectos en el norte global. De hecho, en Colombia este llamado hace parte de una trayectoria política específica que diferencia esta experiencia de las de otras latitudes.


Aunque es posible reconstruir una trayectoria del interés por sacar a la academia de su «torre de marfil» en las ciencias sociales y humanas colombianas, que se remonta a la fundación de la primera facultad de sociología en el país en 1960, acá nos centraremos en experiencias relativamente recientes que consideramos fundamentales, pues representan los espacios académicos en donde iniciamos quienes participamos en el proyecto actual11. Por un lado, en la Universidad de los Andes se consolidó un grupo interesado en la historia pública a través de un seminario de historia oral que trabajó, entre otras cosas, sobre la memoria y el uso de medios audiovisuales como métodos de investigación y de difusión histórica. Este grupo continuó funcionando a través de diversos cursos y alrededor de un grupo de tesistas coordinadas por la profesora Catalina Muñoz12. Por otro lado, en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, la discusión sobre historia pública estuvo liderada por el estudiantado a través del grupo Memoria y Palabra (MYP). Fundado en 2007, MYP generó diversos proyectos de reflexión sobre la memoria y el uso público de la historia, especialmente del movimiento estudiantil dentro de la universidad. Aunque muchas veces contaba con apoyo docente, particularmente de los profesores Mauricio Archila y Paolo Vignolo, su agenda se mantuvo relativamente independiente de la institucionalidad con escenarios ocasionales de retroalimentación, como seminarios de historia oral o de historia pública. Las dos trayectorias nombradas nos muestran puntos de partida distintos respecto a los objetivos y a las personas que se movilizaron en torno al interés por la historia pública, uno vinculado a la institución universitaria y otro al movimiento estudiantil.


En el caso de HET, el punto de partida fue el llamado Plebiscito por la Paz que se hizo el 2 de octubre de 2016 para refrendar los acuerdos pactados en la Habana entre las FARC-EP y el Gobierno de Juan Manuel Santos. El debate en torno al voto impulsó actividades en ambas universidades algunos meses antes del plebiscito. En la Universidad de los Andes se hicieron videos cortos con entrevistas a historiadoras e historiadores con el propósito de desmentir algunas de las falsas nociones que se difundían por diferentes medios de comunicación en torno a los distintos puntos del acuerdo y que buscaban deslegitimarlo. Se realizaron videos con Catherine LeGrand, Mauricio Archila y Ana María Ibáñez, quienes explicaron la importancia del acuerdo de paz, especialmente en los puntos de reforma rural integral y participación política13. En la Universidad Nacional los estudiantes decepcionados por la poca difusión y discusión que se dio en torno al informe de la Comisión Histórica del Conflicto y Sus Víctimas, además de la inadvertida censura que sufrió el apartado de Renán Vega por parte de Eduardo Pizarro14, decidieron construir un espacio de difusión del conocimiento histórico para públicos no especializados. Así fue como surgieron las «Clases de historia gratuita en tiempos del Plebiscito». Su objetivo, al reconocer la precariedad de la enseñanza histórica en el país, fue «generar espacios de estudio y difusión del contexto histórico de la violencia moderna en Colombia». Con ello esperaban que los asistentes construyeran posturas críticas respecto a las campañas por el plebiscito y así se convirtieran «en actores dinamizadores de transformación, o sujetos históricos»15. El éxito de esta experiencia y la nutrida asistencia — en gran medida por el carácter público y abierto que ofrece el campus universitario— impulsó a estudiantes de la Universidad de los Andes a replicar el formato. Esto se concretó en la «Cátedra de historia para entender el conflicto armado en Colombia», que, aunque limitada por las restricciones de acceso al campus, tuvo una gran difusión virtual e impacto dentro de la comunidad universitaria16.


El triunfo del «no» en el Plebiscito por la paz17, con un 51,21 %, dejó un enorme sinsabor en las organizadoras de estos diversos proyectos. La confianza que se tenía desde una gran parte del mundo académico por la refrendación del acuerdo chocó con el resultado que, aunque relativamente parejo, evidenciaba una ruptura entre lo que dentro de algunas universidades se consideraba mayoritariamente como valioso e incluso evidente y lo que se estaba viviendo fuera de ellas. Fue en esta coyuntura de cuestionamiento interno dentro del gremio de historiadoras en el contexto universitario que se creó, de la mano de profesoras y estudiantes preocupadas por el resultado del plebiscito, el grupo de trabajo Historias Para lo Que Viene (HPLQV).


HPLQV se consolidó a través de tres líneas de trabajo. Una primera que daba continuidad a las acciones realizadas antes del plebiscito y se concentró en la creación de material audiovisual18. Una segunda línea buscó literalmente «sacar» las discusiones históricas de los campus universitarios a espacios públicos. De allí surgió Clase a la calle, que eventualmente no se limitaría únicamente a la disciplina histórica y que ha logrado coordinar sesiones en varias ciudades del país por parte de profesores de distintas disciplinas y universidades19. Finalmente, la tercera línea de trabajo, de la cual hacemos un balance en el presente artículo, nació ante la preocupación por la aparente distancia que existía entre la producción de conocimiento histórico en las universidades y los usos cotidianos de la historia por parte de la ciudadaníano profesionalizada en la disciplina20. Bajo esta preocupación se consolidó el grupo de trabajo en pedagogía para la paz e historia pública, Historia Entre Todos (HET).


Con la inquietud de la distancia entre la producción y el uso del conocimiento histórico, en HET buscamos referentes que pudieran ofrecer herramientas para consolidar una propuesta de acción que se materializó en lo que eventualmente llamamos a falta de un mejor término «talleres». Dos experiencias concretas nos ayudaron en el proceso de crear una propuesta metodológica de trabajo. Por un lado, la experiencia de los talleres de historia (history workshops) de Raphael Samuel nos permitió reconocer que es posible construir una historia desde abajo —alejada de relatos heroicos y elitistas— reuniendo a personas no profesionales en la disciplina y a historiadoras académicas, sin sacrificar la rigurosidad del método histórico ni la capacidad de posicionarse políticamente frente al pasado y el presente21. Por otro lado, para tratar de construir relaciones más horizontales entre historiadoras y el público no especializado, recogimos las propuestas de la Educación Popular —corriente pedagógica crítica promovida por Paulo Freire— de la cual estudiamos sus herramientas teóricas y metodológicas a partir de proyectos locales22. De esta experiencia surgió el reconocimiento del diálogo como herramienta para el intercambio, no solo del conocimiento histórico en abstracto, sino de las vivencias vinculadas al mismo. Lo que permite establecer canales de comunicación entre la producción de conocimiento histórico académico y aquella fuera del mundo universitario.


Antes de adentrarnos en la trayectoria de HET es importante resaltar que su construcción respondió a un interés explícitamente político y no económico/laboral ni simplemente de difusión histórica. Esta característica establece una diferencia relevante entre la trayectoria de HET y lo que el historiador Thomas Cauvin considera fue el inicio de la Public History en Estados Unidos, país en el que se institucionalizó como una rama de la disciplina histórica menos anclada al activismo político y más cercana a la búsqueda de oportunidades laborales en un contexto de crisis económica23. La trayectoria de HET y su carácter de activismo político, por el contrario, nos ha hecho enfrentar varios de los problemas presentes en las discusiones sobre historia pública dentro del mundo académico, como lo es el rechazo recurrente al reconocimiento de la naturaleza eminentemente política y no neutral del conocimiento histórico. Sin profundizar aún en este tema, desarrollado más adelante, señalaremos que la única profesora que participó en HET estaba vinculada al departamento de historia de la Universidad de los Andes a través de una estancia posdoctoral y no como trabajadora de planta. Esto es importante anotarlo, pues la carga laboral que implica la participación en un proyecto como este no ha sido reconocida formalmente y, en contraposición, tiene consecuencias dentro del exigente mundo académico laboral, el cual parece no reconocer los ejercicios de creación colectiva del conocimiento como productos válidos. Es importante tener en cuenta este tipo de dificultades ya que una de las consignas más usuales, abanderadas por quienes reconocen la importancia de la historia pública, es que «hay que salir de la academia», es decir, sacar las discusiones que se dan entre académicos y en el recinto universitario a un espacio más amplio de discusión con distintos actores sociales. Hacer este llamado no resulta fácil en un ambiente laboral precarizado, especialmente respecto a las humanidades y ciencias sociales, y en muchos casos resulta ser una consigna cómoda desde la seguridad de contar con una planta laboral permanente en alguna universidad.


Nuestro camino


El equipo que se consolidó paulatinamente a partir del 2016 fue heterogéneo. Aunque el núcleo fundacional de integrantes estaba formado en su totalidad en la disciplina histórica, muchas personas contaban también con formación en otros campos, como la ciencia política, la antropología, la economía, la literatura, el diseño y el arte. La confluencia tenía su origen en una causa política común: rescatar las herramientas de la disciplina histórica que permiten vincular intencionadamente la indagación sobre el pasado con la reflexión y la acción política en el presente. Desde la conformación inicial del proyecto, a esta intencionalidad política la acompañaba una ética del trabajo clara: una voluntad de horizontalidad. Tomamos el principio de diálogo horizontal de la educación popular e hicimos del mismo nuestra forma de trabajo, tanto internamente en nuestro proceder orgánico como en los procesos pedagógicos en los que participamos y en las herramientas de trabajo que creamos. Como se podrá apreciar más adelante, la perspectiva política asumida por el grupo es también un lineamiento metodológico y al mismo tiempo la base para las reflexiones históricas que hemos construido.


La trayectoria de HET inició con un primer ejercicio público realizado en el transcurso de las actividades del Día Paíz24, en la Universidad de los Andes, llamado Taller de Insultos. En este espacio invitamos a reflexionar sobre los significados y las implicaciones del uso cotidiano de algunos insultos, ejercicio que se dio en medio de una coyuntura de denuncias en contra del matoneo ejercido por un grupo virtual de estudiantes de la misma universidad25. Este pequeño taller fue importante para HET, pues en él evidenciamos, a partir del uso irreflexivo que cotidianamente se hace de las palabras, la urgencia que había en incentivar discusiones colectivas en torno a la forma como se naturalizan ideas sobre racialización, género, desigualdades materiales o de participación política. También fue una oportunidad para reconocer la historia como una herramienta que puede desestabilizar dicha naturalización.


Las reuniones que siguieron al Taller de Insultos estuvieron destinadas a darle forma a los objetivos del proyecto. El trabajo por la construcción de paz, entendida como la lucha contra todo tipo de violencias estructurales en el contexto de desescalamiento del conflicto armado, y la democratización del conocimiento histórico, entendido como el acceso y la construcción colectiva de conocimiento por parte de múltiples actores sociales, se materializaron en tres principios pedagógicos que llamamos pensamiento histórico, análisis crítico y empatía. Estos se convirtieron en las tres columnas que debían sostener y estar presentes de forma transversal en todos los procesos que llevamos a cabo.


El pensamiento histórico lo entendimos como el reconocimiento del cambio a través del tiempo y fue un principio construido en gran parte como consecuencia de escuchar percepciones y expresiones comunes respecto a la naturaleza del conflicto armado colombiano o la historia de Colombia, según las cuales «nada ha cambiado» o «todo sigue siendo igual» (y, como consecuencia, nada podría cambiar). El segundo principio, el análisis crítico, lo definimos como la revisión aguda de argumentos y fuentes de información, herramientas básicas para la disciplina histórica y fundamentales en un momento caracterizado por la desinformación y las llamadas fake news26. Finalmente, definimos el tercer principio como empatía, entendida como la responsabilidad ético-política que conlleva la construcción de conocimiento y que se traduce en una historia que reconoce el poder de los discursos sobre el pasado y su relación con diferentes sectores sociales.


El primer ciclo de talleres lo realizamos en la Biblioteca Pública Gabriel García Márquez, ubicada en el Parque El Tunal; fue la oportunidad para poner a prueba nuestros tres principios y apuestas políticas de trabajo. El proceso consistió en cinco sesiones en las que abarcamos la historia de Colombia desde finales de la época colonial hasta finales del siglo xx. Este primer ciclo de talleres no solo nos mostró la pertinencia de los temas de las discusiones, sino que nos permitió revisar la propuesta metodológica con base en nuestros objetivos y reformularla. Las cinco sesiones tuvieron una continuidad cronológica y cada una se dividió en dos momentos claramente delimitados: una clase magistral, liderada por alguna integrante de HET, y un espacio de taller en el que se propusieron diversos ejercicios en donde los asistentes reconocieron a través de la práctica los retos de la construcción de conocimiento histórico. Cada sesión planteaba la historia de Colombia atravesada por problemas como la participación política, la racialización y las divisiones basadas en género, con el objetivo de traerlos al presente.


Uno de los ejercicios que más pusimos en práctica en este primer ciclo de talleres fue el análisis de fuentes primarias, en el que presentamos documentos con distintas versiones sobre un mismo acontecimiento o proceso histórico, y por medio del cual generamos reflexiones acerca de la importancia de la mirada crítica e informada en la historia. De forma paralela, propusimos trabajar por medio de una línea de tiempo en la que se establecieron conexiones entre la historia del país y las historias individuales de las participantes del taller. El objetivo era reconocer cómo la historia, que se nos ha presentado por medio de relatos oficiales, ha sido hecha por personas y grupos sociales con agencia y posibilidades de transformarla (figura 1).


Imagen de prueba
Figura 1. Fotografía del ejercicio de la línea del tiempo en donde las participantes escribían en papeles de colores eventos que recordaban tanto de la historia de Colombia como de su vida personal.
Fuente: Jimena Urbina-Gómez27.

El primer ciclo de talleres tuvo una asistencia amplia, alrededor de ochenta personas por sesión, lo cual implicaba de entrada nuevos retos en materia de creación de herramientas pedagógicas y de facilitación de grupos. Desde su inicio, el proceso interno de HET a lo largo de las sesiones consistió en la planeación y en la retroalimentación de estas para evaluar cómo nos sentíamos, qué habíamos percibido por parte de quienes asistían y si nuestros objetivos se habían cumplido. Conforme avanzaban las sesiones comprendimos la importancia de la máxima de Paulo Freire según la cual «se hace camino al andar», entendida no como una apología a la improvisación sino como una invitación a la acción acompañada siempre por la constante autorreflexión28.


Poco tiempo después realizamos otros dos ciclos de talleres en las bibliotecas públicas Virgilio Barco y Manuel Zapata Olivella (El Tintal) en los que transformamos nuestra propuesta metodológica con miras a tener talleres que respondieran cada vez más a nuestro interés de aportar a la construcción de paz desde el conocimiento histórico. Mantuvimos la propuesta de formular las sesiones con base en la idea de historia-problema, retomando la clásica visión de la escuela de los Annales; sin embargo, nos desligamos de hacerlo por medio de un orden cronológico. De igual manera el uso de fuentes primarias fue más enfático en los nuevos talleres, en los que hicimos mayor hincapié en la importancia de traer los problemas históricos al presente. Los insumos con los que generamos ejercicios para entablar discusiones colectivas fueron diversos, como mapas, material de prensa, videos, fotografías, publicidad y juegos de roles. Aunque la asistencia fue paulatinamente menor en comparación al primer ciclo pudimos escuchar en los dos grupos constantes reflexiones sobre el conocimiento histórico y su relación con el presente y el futuro. Para ello se abordaron temas de discusión poco convencionales como lo son el origen del conflicto armado, la distribución y los usos de la tierra y las violencias estructurales basadas en la racialización o en el género. Por ejemplo, en una sesión en que se discutió la historia de Colombia desde los usos y la distribución de la tierra se realizó un ejercicio de juego de rol sobre las diversas posiciones de los actores involucrados en el conflicto del norte del Cauca. Se profundizó sobre las distintas posturas y se analizaron de fondo los intereses y argumentos de cada una de las partes. El juego de rol como herramienta, además de generar la posibilidad de que los actores involucrados piensen críticamente, permitió relacionar los problemas históricos sobre la tierra en Colombia con conflictos contemporáneos más cercanos a la realidad de quienes participaron del taller.


Los tres ciclos de talleres que llevamos a cabo entre el 2017 y el 2018 fueron la primera aproximación real que tuvimos a un público diverso y externo al mundo académico; para muchas personas, la primera oportunidad de asistir e incluso moderar un espacio de este tipo. En estos ciclos iniciamos un ejercicio de retroalimentación y evaluación por parte de quienes asistían, que resultó esclarecedor para comprender las dificultades y logros que teníamos para cumplir nuestros objetivos. Por un lado, recibimos muchas respuestas que nos daban a entender lo difícil que es transmitir la idea de la historia como un campo en el que se tiene agencia y que está en constante transformación. Por otra parte, notamos los distintos retos que se nos presentaron a la hora de hacer de los talleres espacios horizontales en donde las personas pudieran entablar un diálogo abierto y fluido desde sus conocimientos sin que la autoridad recayera en la tallerista y en donde se construyera de forma colectiva un conocimiento más profundo. Muchas veces las apreciaciones por parte de las asistentes a este respecto eran contradictorias; frente a una solicitud de sugerencias para próximas sesiones una persona escribió en un formulario «ser más interactivos con los asistentes», mientras que en el mismo sondeo otra persona anotó «más ponencias, menos actividades»29. Así mismo, evidenciamos que existía un enorme interés general por aprender y discutir sobre historia, pues en un sondeo realizado a 53 asistentes, todas manifestaron interés en volver a otro ciclo de talleres. También notamos la diversidad de las participantes en los encuentros: niñas, estudiantes universitarias, adultas mayores, profesionales de distintas disciplinas y personas sin formación académica, que aportaron desde sus experiencias de vida y conocimientos en cada taller realizado30.


Gracias al reconocimiento y la creciente notoriedad de los proyectos realizados en las bibliotecas públicas de Bogotá, HET fue invitada a trabajar en dos Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) para aplicar sus metodologías en estos espacios de transición de la vida armada a la civil por parte de las antiguas FARC-EP . Un primer trabajo fue bajo el proyecto «Oigámonos», organizado entre la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes; el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, y la Universidad Popular del Cesar en la ZVTN de San José de Oriente en el Cesar. En esa ocasión pusimos en práctica la construcción de una línea de tiempo colectiva en la que discutimos acontecimientos clave en la historia del país, desde las distintas miradas de quienes estaban presentes, tanto excombatientes como civiles, a través del diálogo entre las historias individuales y colectivas. Uno de los objetivos de este ejercicio consistió en encontrar puntos en común en los relatos o vivencias históricas y empezar la tarea de pensar un posible futuro común. En este escenario pusimos en práctica herramientas previamente desarrolladas, como la línea del tiempo, en un contexto distinto con participantes de bandos opuestos en el marco de un acuerdo de paz para utilizarla como forma de generación de diálogo y consensos.


El segundo trabajo consistió en apoyar el proceso de formación para la presentación de los exámenes saber en la ZVTN Marco Aurelio Buendía en Charras, San José del Guaviare, de la mano de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y su Voluntariado por la Paz en 2017. Se hizo una revisión de las cartillas del icfes, específicamente en el área de ciencias sociales, con estudiantes y excombatientes. Las dos experiencias terminaron por dar peso a un interés que ya había empezado a surgir en nuestro trabajo en bibliotecas públicas: que el conocimiento histórico es construido y usado fuera de los marcos establecidos por la profesionalización de la disciplina y está profundamente ligado a las memorias individuales y colectivas, altamente ideologizadas.


Con base en esta última preocupación, construimos una nueva línea de trabajo cuyo eje era la memoria. La primera experiencia de esta nueva perspectiva la llevamos a cabo en Tumaco, Nariño, y giró en torno a la conmemoración de un alzamiento popular, poco conocido fuera de la ciudad, llamado El Tumacazo de 1988. En esa ocasión trabajamos junto a estudiantes de ciencias sociales de la sede de la Universidad Nacional en Tumaco quienes propusieron el proyecto en el marco de la conmemoración de los 30 años del evento31. En el taller se contrastaron diferentes versiones de personas que participaron en el acontecimiento, con fuentes oficiales, interpretaciones historiográficas y el conocimiento popular sobre lo que sucedió. Allí fue posible evidenciar no solo cómo un mismo evento puede tener múltiples interpretaciones en función de intereses concretos y cómo estas interpretaciones son usadas en distintos contextos, sino también que es posible conciliar versiones aparentemente opuestas a través de las herramientas que la disciplina histórica ofrece, como el análisis de fuentes. Fue así como pusimos a prueba la posibilidad de un diálogo histórico, retomando a Samuel y Freire, en el que a partir del reconocimiento de múltiples voces se puede construir una interpretación histórica desde abajo que no sacrifique la rigurosidad disciplinar. Por otra parte, reconocimos el valor de los procesos de trabajo alrededor de la memoria, pues se trataba de un evento poco nombrado en el espacio público y en muchos casos omitido de forma consciente para protegerse en un contexto atravesado por distintas violencias. El taller realizado en Tumaco tuvo otra particularidad novedosa para HET y fue la de poner en práctica metodologías de diálogo intergeneracional por medio del cual se generaba un escenario de transmisión de conocimientos y memorias hacia las más jóvenes y de reinterpretación por parte de las mayores.


La experiencia en Tumaco nos demostró el valor emocional y político que había en los resultados de un taller en el que la materia prima fuese la memoria de las asistentes. Apelar a esta forma de trabajo resultaba atractiva respecto a nuestro objetivo de generar espacios pedagógicos transformadores, no únicamente de transmisión de conocimiento. Fue así como reevaluamos el modelo de diálogo sobre historia nacional que habíamos empleado anteriormente en las bibliotecas y empezamos a construir una metodología de trabajo local y anclada en la memoria de las asistentes como elemento protagónico.


El escenario para poner en práctica nuestra nueva aproximación metodológica fue la biblioteca pública Carlos E. Restrepo, del barrio homónimo en Bogotá. Allí iniciamos un nuevo ciclo de talleres, pero esta vez el eje central no fue la historia de Colombia sino la historia del barrio. Antes de iniciar las sesiones realizamos un reconocimiento del territorio por medio de visitas y de revisión de bibliografía que nos permitió entender algunas dinámicas sociales importantes y, a su vez, dar a conocer los talleres que planeábamos realizar. Una vez iniciado el ciclo, desde la primera sesión, se conformó un grupo de asistentes comprometidas que nos permitió establecer una línea de trabajo en conjunto, en la que los problemas a tratar los definimos con las asistentes y en relación con los objetivos que teníamos. Las temáticas que escogimos en colectivo fueron: la historia y creación del barrio, la cultura popular, los oficios32, la participación política y la vida cotidiana. El ciclo inició con actividades encaminadas a reconocernos como grupo y a reflexionar sobre la importancia de la historia barrial y en general la historia para la construcción de comunidad.


En las siguientes sesiones pusimos en práctica didácticas de cartografía social, líneas del tiempo colaborativas, construcción de relatos individuales y espacios de diálogo con el objetivo de registrar la relación entre la historia barrial y la historia personal de quienes han construido el barrio. Este proceso fue profundamente transformador para HET pues nuestro rol consistió en aportar herramientas y miradas desde la disciplina histórica en medio de un proceso de construcción de conocimiento que sin lugar a dudas estaba en manos de las habitantes del barrio. Durante el proceso las sesiones estuvieron en constante transformación con base en los intereses de quienes participamos en las mismas; eventualmente, surgió la propuesta de darle un alcance distinto a los talleres: una exposición que pudiese mostrar lo que se estaba creando allí. De esta manera el ciclo en la biblioteca del Restrepo terminó por dar nacimiento a la exposición Restrepo: historias que habitan la ciudad.


La exposición se convirtió en un ejercicio de retribución y visibilización de la historia barrial, contada por sus mismas habitantes, quienes generosamente participaron en los talleres con sus memorias. El trabajo para la construcción de las piezas fue exhaustivo y su eje central fueron testimonios de participantes de los talleres y de algunas otras habitantes del barrio con historias estrechamente relacionadas al mismo. La exposición fue también pensada en sí misma para que funcionara como un espacio de creación por lo que incluimos dos espacios colaborativos: un mapa grabado en madera que representaba el ejercicio cartográfico hecho en los talleres para que las personas lo intervinieran desde sus memorias con el territorio, y una pieza para compartir relatos y narraciones sobre el barrio.


Después de más de tres meses de construcción, la exposición Restrepo: historias que habitan la ciudad tuvo una preinauguración en la Universidad de los Andes en el Día Paíz del 2018 y, tras varios trámites, se inauguró en 2019 en la sede de la alcaldía local Antonio Nariño, ubicada en el barrio Restrepo (figura 2). Para ese evento hicimos una invitación especial a todas quienes formaron parte de la exposición y a sus familias, además de promocionar el evento dentro del barrio, a través de medios de comunicación locales y redes sociales33.


Finalmente, en el 2019, HET realizó dos ciclos de talleres enfocados en la resignificación de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia en las bibliotecas públicas Julio Mario Santo Domingo y Virgilio Barco en Bogotá. Los talleres se denominaron: Bicentenario: los Relatos que Crean la República34; aunque nos enfocamos en un proceso histórico puntual, no nos centramos en la difusión de la historia, sino en la construcción colectiva de conocimiento histórico como forma de aportar a la construcción de paz. Fue así como por medio de la historia del proceso de Independencia se generaron reflexiones ancladas en el presente y se discutió alrededor de narrativas históricas comunes a través de las cuáles legitimamos hoy en día las violencias en el país. El Bicentenario fue la oportunidad para cuestionar narrativas e imaginarios según los cuales, por un lado, los agentes de la historia han sido actores con ciertas características (en este caso próceres) y, por otro, que los cambios ocurren solo a través de acciones violentas. Utilizamos ejercicios del teatro, de análisis de fuentes primarias y de cartografía para construir narrativas que pusieran en discusión los relatos más comunes sobre la Independencia, siempre con el objetivo de generar reflexiones relevantes para el presente.


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Figura 2. Fotografía del evento de inauguración de la exposición Restrepo. Historias que habitan la ciudad en la Alcaldía local Antonio Nariño
Fuente: Jimena Urbina-Gómez.

La Independencia fue un proceso que nos permitió reflexionar sobre la agencia que tienen sectores sociales históricamente oprimidos, el carácter histórico del Estado nación colombiano y la importancia de la movilización social y las luchas políticas para transformar la historia más allá de las vías violentas. En las distintas sesiones pudimos cuestionar la idea de una Independencia de «Colombia» (cuando el concepto de país no existía), y así generamos reflexiones sobre los discursos xenófobos de la actualidad. Al reconocer la aparición de categorías como igualdad, ciudadanía y república, también pudimos dialogar sobre lo que entendemos por estas hoy en día y la experiencia que cada participante tiene con las mismas. Asimismo, cerramos el ciclo con un taller dedicado a analizar los usos políticos que se le han dado a la celebración de la Independencia en distintos momentos, para generar reflexiones acerca de cómo la historia es una narrativa con una intencionalidad política y las consecuencias que eso tiene.


¿A qué nos enfrentamos? Las dificultades de la historia pública en Colombia


En la trayectoria que hemos tenido como proyecto de historia pública en Colombia nos hemos enfrentado a dificultades tanto prácticas como epistemológicas. En este apartado presentaremos algunos de estos cuestionamientos como parte de un balance autocrítico, pero también como señalamiento de puntos neurálgicos que pueden aportar a la construcción de un diálogo con otras experiencias que encuentren similitudes o diferencias al respecto.


Una de las dificultades prácticas de llevar a cabo nuestro proyecto está relacionada con la pregunta: ¿Con quiénes trabajamos o queremos trabajar? Un primer aspecto tiene que ver con la cantidad de personas que han asistido a los distintos procesos que hemos realizado, pues, por ejemplo, en los proyectos llevados a cabo en la Red Distrital de Bibliotecas Públicas nos hemos enfrentado, como se ha dicho anteriormente, a situaciones donde la participación es de alrededor de 100 personas, y a ciclos completos en que hemos contado con un pequeño grupo que no sobrepasa las 10 personas. Estos distintos escenarios de asistencia están atravesados por la realidad local de cada biblioteca, por la difusión previa que hayamos hecho de los talleres y por los contactos que hayamos establecido con la comunidad. La asistencia de participantes es esencial para garantizar el buen desarrollo de los talleres y la sostenibilidad del proyecto. Sin embargo, más allá de estos elementos, frente a la pregunta sobre el por qué la asistencia varía tanto aun cuando los talleres sean similares o incluso iguales, creemos que tiene que ver con otra pregunta: ¿Con quiénes queremos trabajar como proyecto de historia pública?


La pregunta enunciada presta atención sobre quién llega o podría llegar a los espacios que la historia pública ofrece, y no tanto por cuántas personas lo hacen. Como veremos más adelante, esta distinción no es menor, pues está estrechamente relacionada con los objetivos desde los cuales se trabaja en este tipo de proyectos en Colombia.


Diana Bocarejo hace una lectura de las dificultades que enfrentan los proyectos de historia pública en Colombia en cuanto a su relacionamiento con los públicos, pues reconoce la falta de acceso justo y amplio a escenarios de educación superior, su precaria situación y la escasa relación entre instituciones estatales y privadas35. La autora hace énfasis en los bajos niveles de educación superior en Colombia y en el reto que esto representa para construir audiencias y dirigir los esfuerzos de estos proyectos. La denuncia del acceso desigual a una formación universitaria en el país resulta llamativa como argumento para entender la dificultad de construir «audiencias» para la historia pública en Colombia. En nuestra experiencia de construcción colectiva del conocimiento histórico hemos constatado que la historia es un conocimiento transversal a la cotidianidad de todas las personas, que tiene importancia y que es una forma de conocimiento relevante dentro de cada vida, independientemente de su escolaridad. En este sentido, es pertinente para amplios sectores de la sociedad y no es necesario que tengan un nivel de formación determinado. El interrogante que planteamos desde la experiencia que hemos tenido es si algunos ejercicios de historia pública están siendo enfocados únicamente hacia un determinado grupo de población —con algún tipo de formación educativa— o si las «audiencias» que debemos construir desbordan este sector y apelan también a quienes, por ejemplo, no han tenido acceso al sistema educativo.


Lo que creemos es que estas distintas formas sobre cómo la historia pública considera a sus audiencias son también un reflejo del objetivo desde el cual se aproxima a ellas. Vemos que la valoración que se hace sobre los posibles públicos es una muestra de los dos alcances que se plantea cada proyecto: por un lado, la divulgación del conocimiento histórico y, por el otro, la construcción colectiva del mismo (por medio del diálogo entre la academia y los conocimientos que están fuera de ella). En el primer caso, la formación previa, como el acceso a educación formal, es un factor relevante para entrar en contacto con los contenidos que cualquier proyecto proponga, pues se presupone que de lo contrario serán de difícil acceso para la audiencia. En el segundo, no tiene la misma importancia la formación de quien participa en un espacio pensado desde la historia pública y, por el contrario, se valora la diferencia en experiencias y conocimientos que confluyan en el mismo. En este sentido, las dificultades que se presentan en materia de públicos están relacionadas a una pregunta posiblemente incómoda para nosotras como académicas, pero que deberíamos hacernos a la hora de pensar cualquier proyecto «público», y es si como historiadoras estamos promoviendo espacios que responden a las necesidades de los públicos que convocamos o si se trata de iniciativas pensadas unilateralmente desde los intereses de la academia. Esta es, entonces, una pregunta que aún no encuentra respuesta: ¿Para quién la historia pública?


Muchas de las iniciativas que hoy en día se presentan como proyectos de historia pública en Colombia tienen como objetivo «sacar» el conocimiento histórico de las universidades y hacerlo accesible para la sociedad en general. Museos, bibliotecas, plataformas virtuales, programas de televisión, entre muchos otros, han sido algunos de los espacios que las historiadoras han encontrado para impactar por fuera de las aulas y las páginas de libros. El ejercicio divulgativo tiene un valor importante pues visibiliza el conocimiento histórico académico en la escena pública y, en muchos casos, pretende tener un impacto positivo en la misma, desde la búsqueda de transformaciones sociales en el país. Diana Bocarejo, por ejemplo, explica que su trabajo pretende tener un alcance incluso a nivel del Estado colombiano en la toma de decisiones con respecto al río Magdalena36. La incidencia en políticas públicas es sin duda un objetivo que confronta directamente los límites que nos hemos acostumbrado a crear alrededor de los conocimientos que producimos dentro de la disciplina histórica. De igual manera, otros proyectos tienen objetivos similares como dar a conocer eventos olvidados de la historia de Colombia (por ejemplo, hechos en el marco del conflicto armado interno) o cambiar las narrativas comunes que se tienen sobre procesos históricos que hacen parte de nuestra memoria colectiva (como la Independencia o el Bogotazo). Estas iniciativas tienen en común no solo que se tratan de acciones dirigidas desde la academia hacia públicos más amplios, sino que todas comparten el carácter de comunicación unilateral en dirección academia-público. Aunque tengan una visibilidad amplia, la divulgación como objetivo ha dejado de lado la otra cara de la historia pública: la cocreación del conocimiento y el valor social del mismo. Este es el punto central de lo que hemos llamado la democratización del pasado.


La importancia de resaltar la historia pública como un movimiento que no solo pretende divulgar, sino romper las fronteras de la misma creación de las narrativas históricas, tiene que ver con replantearse el objetivo por el cual trabaja. El ejercicio divulgativo puede no estar alineado con las necesidades propias del público al que llega y probablemente si nos abrimos a la horizontalidad a la hora de pensar nuestros proyectos con una comunidad (y no con espectadoras pasivas), los diálogos sobre la historia y sus usos serán no solo más diversos, sino que potencialmente desencadenarán nuevas experiencias, al ser elementos de fácil apropiación. En nuestra experiencia hemos encontrado que, en definitiva, a las personas, no tenemos que «formarlas», sino escucharlas, para que nuestros procesos tengan sentido para todas las partes. Como lo explican Amada Pérez y Sebastián Vargas, el reto está en poner a dialogar conocimientos sobre el pasado37. A este tipo de diálogos debemos abrirnos para que la pregunta por las dificultades de «crear públicos» cobre más sentido.


Otro de los principales retos que se nos presenta como historiadoras que trabajan fuera de la academia es la falta de formación que recibimos dentro de nuestra vida universitaria en áreas del conocimiento esenciales para cualquier proyecto con comunidades no académicas. Conocimientos en diseño visual, pedagogía, trabajo de campo y comunicación son algunos de los vacíos que sobresalen a la hora de salir del recinto universitario38. Aunque la historia pública apela a la interdisciplinariedad para complementar las falencias que como historiadoras tenemos, no deberíamos dejar de lado la urgencia que sentimos para que muchos de estos conocimientos hagan parte de nuestra formación universitaria. Tratar a estas habilidades de «complementarias» o «secundarias» no solo desconoce la realidad de quienes ejercen la profesión, pues incluso las investigadoras deben enseñar y no perpetuar nocivas nociones de que la enseñanza «se aprende en la práctica», reforzando ideas antiguas e inoperantes de la labor educativa.


Frente a esto es evidente que las universidades no han podido saldar la deuda formativa que demanda el mundo laboral del siglo XXI para quienes estudian historia. Esto resulta altamente preocupante, aún más cuando han empezado a surgir programas especializados de archivística, museografía y turismo, otrora espacios de trabajo para egresados de programas de historia. Estas falencias o vacíos, por otro lado, tienen que ver con el rechazo, o por lo menos el desconocimiento que la academia tiene con relación a la posibilidad de poner el conocimiento aprendido en las universidades fuera de las mismas, centrándose casi exclusivamente en la investigación. Esta es una percepción cada vez más desconectada del mundo laboral y de las necesidades de quienes pasamos por los programas universitarios de historia y queremos ejercer de distintas formas. Desde las instituciones no ha habido mayor apoyo a este tipo de ejercicios, a pesar de que en los últimos años los proyectos de historia pública han sido más numerosos y han empezado a generar eco en esa «torre de marfil». Este hecho no solo es visible con relación a los vacíos que tenemos en cuanto a conocimientos, sino a la dificultad de encontrar financiación y recursos, tanto dentro como fuera de las universidades.


Principalmente gracias a que la medición en estándares académicos internacionales de creación de productos no contempla el tipo de proyectos acá presentados, ya que sus objetivos y resultados escapan a una cuantificación tradicional.


En este punto yace otro de los retos que hemos identificado: la relación de la historia pública con el compromiso político. Muchos proyectos de historia pública, aunque se presentan como ejercicios políticos de empoderamiento civil o ampliación de la democracia son también el trabajo de profesionales. Acá nos encontramos frente a una encrucijada que se asemeja a fenómenos como la «oenegización» de la movilización social o la profesionalización del sindicalismo: ¿Cómo puede existir un balance entre un proyecto político serio y unas necesidades materiales concretas? Esta sin duda es una pregunta difícil, pero que merece ser tenida en cuenta, especialmente ahora que la historia pública se presenta a sí misma como una necesidad ética de la disciplina que combate al arcaísmo academicista. La disputa entre el salario y la política/ética debe ser atendida y esto implica reconocer, así a muchas personas les parezca incómodo, que el trabajo histórico a pesar de sus nobles intenciones por «estudiar el pasado, para comprender el presente y proyectar el futuro» sigue siendo una profesión, y por lo tanto requiere una reflexión laboral rigurosa.


Conclusiones


En el último año, tras arduas jornadas de reflexión entre las integrantes de HET, se ha dado una importante transformación encaminada al crecimiento del proyecto y en concordancia con el reto que mencionamos sobre el compromiso político de los ejercicios de historia pública. Surgió así la colectiva Historia de Par en Par para seguir generando procesos de pedagogía para la paz desde los pilares del pensamiento histórico, el análisis crítico y la empatía. Desde esta nueva apuesta tomamos independencia del recinto universitario, dado que la mayoría del equipo somos ya profesionales y no queríamos continuar bajo una relación de dependencia de una entidad universitaria.


Como hemos expuesto a lo largo de este artículo, la experiencia en el proyecto HET nos permitió salir de los muros herméticos de la academia, interactuar con un público diverso fuera del ámbito universitario y reflexionar sobre el oficio mismo de las historiadoras como actrices políticas. Los casi cuatro años de experiencia en campo han sido una apuesta para la construcción de paz y la democratización del conocimiento histórico, pero también significaron para nosotras una autorreflexión constante sobre cómo mantener la rigurosidad de la disciplina al tiempo que nos aproximamos a públicos heterogéneos desde la horizontalidad y el diálogo. Hemos constatado que hay un genuino interés por aprender y discutir sobre historia en los diversos públicos con quienes hemos trabajado, pues esta atraviesa la cotidianidad y tiene un rol importante en nuestra realidad.


En el marco del posconflicto en el que nos encontramos, tras la firma de los acuerdos de La Habana, las discusiones públicas sobre la historia, la memoria y la verdad están más vigentes que nunca. El escenario al que se enfrentan las historiadoras profesionales y en formación (junto con las científicas sociales) es complejo y plantea múltiples interrogantes. Las críticas y el ataque por parte de la coalición del gobierno a las instituciones del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR), el relativismo del conflicto armado interno y la llamada «posverdad», así como también la construcción de narrativas históricas desde distintos lugares de la sociedad civil y los procesos colectivos de memorialización forman parte de dicho escenario. No se puede dejar pasar de lado acontecimientos tan dicientes en estos meses como la polémica sobre el Museo Nacional de Memoria, que bajo la administración de Darío Acevedo como director de Centro Nacional de Memoria Histórica ha sido foco de múltiples controversias39, o el derribo de monumentos como formas de reivindicación en contra de narrativas hegemónicas40. En esta coyuntura, la pertinencia de las voces de las historiadoras y las reflexiones teóricas que tanto se dan dentro de la academia, pero que poco salen a la discusión pública, son cruciales.


Esperamos que este artículo, desde nuestra experiencia y nuestras inquietudes, continúe con la discusión sobre los proyectos de historia pública en el país e incluso a nivel regional, y sea un insumo para futuras investigaciones. Recalcamos la urgencia de hacer reflexiones juiciosas sobre los ejercicios de historia pública que han surgido, y sabemos que seguirán surgiendo, para que realmente haya un diálogo entre lo académico y los públicos no profesionalizados. Es imprescindible seguir repensando métodos y herramientas para apuntar a espacios horizontales de diálogo, así como también replantear las aproximaciones metodológicas que se hacen desde la academia para poder tener una participación activa en los debates públicos actuales.




1 Historiador de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Mag. en historia de la Universidad de los Andes. Becario doctoral del DAAD en historia latinoamericana de Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt. Es uno de los fundadores del proyecto Historia Entre Todos y cofundador de la colectiva Historia de Par en Par.


2 Historiadora de la Universidad de los Andes, aceptada para la maestría en Derechos Humanos Aplicados en la Universidad de York (Inglaterra). Fue miembro por cuatro años de Historia Entre Todos y es cofundadora de la colectiva Historia de Par en Par.


3 Historiador de la Universidad de los Andes. Ha trabajado en la Dirección de Archivo de Derechos Humanos del Centro Nacional de Memoria Histórica y en el Sistema de Información Misional, de la Comisión de la Verdad. Actualmente trabaja en el Museo de Bogotá, donde ha hecho parte de las áreas de educación y de curaduría.


1 Agradecemos a todas las personas que durante la redacción de este artículo nos brindaron su opinión y comentarios.


2 Dos ejemplos significativos: la Tercera Conferencia Anual de la Federación Internacional de Historia Pública (realizada en 2016 en la Universidad de los Andes) y el xviii Congreso Colombiano de Historia de 2017, que contó con una mesa dedicada a la Historia Pública y algunas actividades extra, entre ellas el «Taller de Historia Pública para Historiadores».


3 El número 68 (2018) de la revista Historia Crítica estuvo dedicado a la historia pública y el número 21 (2020) de Historia y Memoria a las políticas de la memoria y la historia en la era de la posverdad. De igual manera el número 24 (2018/2019) de la Revista Estudiantil de Investigaciones Históricas Goliardos y los números 9/10 (2018/2019) de Quirón. Revista de estudiantes de Historia se centraron en la historia pública.


4 Semillero Historia Pública y Políticas de la Memoria en la Universidad del Rosario, el Semillero de Historia Pública y Digital en la sede Bogotá de la Universidad Nacional y el semillero Historias Para Lo Que Viene de la Universidad de los Andes, que será objeto de estudio del presente artículo. Existe también una Red Colombiana de Historia Pública (CHISPA).


5 Incluso se han consolidado proyectos interuniversidades, como es el caso del curso Historia Pública, realizado entre la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional sede Bogotá.


6 Los podcasts Random Access History, Viajeros del Tiempo, la Gran Polombia, Pura Carreta, Cuéntanos tu tesis o el programa radial Autores de Historias.


7 Esta desafortunada diferenciación se vio materializada, por ejemplo, en el debate «Memoria y Verdad en Disputa» de la Cátedra de Paz organizada por la Universidad de los Andes y la Comisión de la Verdad el 27 de octubre de 2020, donde se representaron estas dos posturas.


8 Esta preocupación ha acompañado las discusiones en torno al proceso de negociación con las FARC-EP en Colombia por varios años. Un llamado de atención temprano a este problema lo encontramos en el texto de Mauricio Archila, «Memoria, Verdad e Historia Oral», Revista Controversia, n.° 209 (2017): 19-39, donde además propone un reconocimiento mutuo de la historia y la memoria como dos regímenes distintos de verdad, que son necesarios para darle sentido al conflicto armado colombiano.


9 Esta colectiva se consolidó en los primeros meses de 2020 y hasta la fecha se han desarrollado dos proyectos en conjunto con la Comisión de la Verdad. En primer lugar, la «Cátedra de Paz ¿Para qué la Verdad?», de la mano también del Comité de Paz de la Universidad de los Andes; en segunda instancia se encuentran los laboratorios de cocreación de herramientas pedagógicas «Declarándole la verdad a la guerra y al olvido», en conjunto con la estrategia de pedagogía de la Comisión de la Verdad y en construcción con docentes de todos los territorios del país. Las integrantes actuales de la colectiva son Felipe Caro Romero, Constanza Castro Benavidez, Olga Marcela Cruz Montalvo, Daniela Díaz Benítez, Irene González Riaño, Leonardo González Rincón, Marcela Hernández Vargas, Paula Andrea Hernández Cárdenas, Diana Reyes, Daniela Rodríguez Sandoval, Natalia Rubiano Rodríguez, Jimena Urbina Gómez y Esteban Zapata Wiesner.


10 Tal como Thomas Cauvin hace para Estados Unidos y Europa occidental en «The Rise of Public History: An International Perspective» Historia Crítica, n.° 68, (2018): 3-22. Una definición sucinta sobre la historia pública la da David Dean en la versión corta y modificada de la introducción de A companion to public history (Hoboken, NJ: Wiley-Blackwell, 2018): «La historia pública trata sobre las maneras en que el público se relaciona con el pasado y sobre cómo el pasado es representado para el público. Se trata de las historias que el público crea, sobre preservar el pasado en el presente para el futuro, y sobre cómo el pasado es usado en la sociedad contemporánea y sus audiencias».


11 Un paneo rápido a este respecto se encuentra en el texto de Catalina Muñoz, «Colombian Historians and the Public», The Public Historian 40, n.° 4, (2018): 28-32.


12 El uso del femenino genérico es intencional. Se usa como contraparte al tradicional uso del masculino como medida general.


13 La creación de estos videos fue una iniciativa de las tres profesoras del departamento de Historia de la Universidad de los Andes: Constanza Castro, Ana María Otero y Catalina Muñoz. Ver Historias Para Lo Que Viene, canal de YouTube, acceso el 29 de junio de 2020, https://www.youtube.com/channel/UCBwDvImoGJL0YBbqX5IcxAg/videos


14 Sobre esta censura ver el texto de Renán Vega «Así no señor Eduardo Pizarro. A propósito de democracia y pluralismo» Rebelión, 2 de marzo de 2015, acceso el 28 de junio de 2020, http://www.rebelion.org/noticia. php?id=195986


15 Talleres de Historia en Tiempos del Plebiscito. Evento en Facebook, acceso el 7 de julio de 2020, https:// www.facebook.com/events/241515542916298/?active_tab=discussion


16 Laura Pedraza Rodríguez, «La voz de la historia», Cerosetenta, 5 de octubre de 2016, acceso el 7 de julio de 2020, https://cerosetenta.uniandes.edu.co/la-voz-de-la-historia/?fbclid=IwAR1gWhY7AsNbPtYLEpSkEVih20-JwXIeglfsV9HysJru2gUc3bD39O0Ak10


17 Sobre este tema la Fundación Pares Paz & Reconciliación publicó una serie de mapas interactivos que permiten ver los resultados del Plebiscito teniendo en consideración distintas variables. Ver «Resultados electorales del plebiscito por la paz», Fundación Pares, Paz y Reconciliación, acceso el 24 de marzo de 2021, https://pares.com.co/2016/10/03/mapa-plebiscito/


18 De allí se ha consolidado el proyecto Historias al Aire.


19 Este formato, por supuesto, no era nuevo. Su antecedente más inmediato se remonta a las numerosas clases en la calle que se dieron durante el Paro Nacional Universitario de 2011, como una forma de llamar la atención sobre la crisis financiera de la Educación Superior Pública. Con la pandemia del covid-19, Clase a la calle se reinventó para llegar al público en formato podcast.


20 Por usos cotidianos de la historia entendemos la reflexión cotidiana del pasado (remoto y cercano) realizada por fuera de los parámetros establecidos por el mundo académico y por lo tanto lejos de su control.


21 Ver Raphael Samuel «On the Methods of History Workshop: A Reply», History Workshop, n.° 9 (1980): 162-179.


22 Específicamente nos nutrimos de las herramientas desarrolladas por la Coordinadora de Procesos de Educación Popular en Lucha (CPEP En Lucha) de Bogotá, que están condensados en la Cartilla: La Experiencia de las Escuelas de Nuevas Educadoras Populares (Bogotá: CPEP En Lucha, 2015).


23 Cauvin, «The Rise of Public History: An International Perspective», 10.


24 El Día Paíz es «una jornada de reflexión de la comunidad uniandina en donde estudiantes, profesores y administrativos se reúnen en eventos, exposiciones y charlas para pensar en la construcción de paz y de país». Ver «Jornada #DíaPaiz», Universidad de los Andes, acceso el 29 de junio de 2020, https://uniandes.edu.co/es/diapaiz


25 Maria Alejandra Victorino, «Del chiste al acoso», Cerosetenta, 18 de noviembre de 2016, acceso el 15 de septiembre de 2020, https://cerosetenta.uniandes.edu.co/del-chiste-al-acoso/


26 Este anglicismo es usado para «conceptualizar la divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de desinformación». Federación Internacional de Periodistas, ¿Qué son las fake news? Guía para combatir la desinformación enla era de posverdad», acceso el 24 de marzo de 2021, https://www.ifj.org/fileadmin/user_upload/Fake_News_-_FIP_AmLat.pdf


27 La historiadora y diseñadora gráfica Jimena Urbina-Gómez se encargó de construir la identidad visual de HET a través de trabajo fotográfico, de diagramación y de diseño de las diversas piezas usadas a lo largo de los años reseñados.


28 Paulo Freire, Cartas a Quien Pretende Enseñar (Buenos Aires: Siglo XXI, 2008), 45-57.


29 Esta información fue recopilada y sistematizada a partir de una serie de formularios enviados a las asistentes de los tres primeros ciclos de talleres realizados por HET.


30 Algunos comentarios que salieron de las retroalimentaciones nos permitieron ver el interés que tuvieron las asistentes sobre el diálogo generado con las talleristas, pues varias solicitaban: «Más horas por charla», mientras que otras reclamaban: «Por favor entregar bibliografía complementaria al terminar ciclos de los talleres». Sobre los intereses por los debates que se dieron, en la retroalimentación sobresalieron las discusiones sobre el género, la tierra y, por sobre las anteriores, la construcción de conocimiento histórico.


31 Con el acompañamiento del profesor Hernando Cepeda del departamento de historia de la Universidad Nacional, sede Bogotá.


32 Este tema no podía faltar ya que el barrio El Restrepo es conocido por la fabricación y comercialización de zapatos. Dicha sesión se hizo en el Museo del Cuero y de los Años 40, que se encuentra en el mismo barrio y que era un referente constante por parte de las asistentes a lo largo de todo el ciclo.


33 La exposición duró montada una semana y contó con visitas guiadas impartidas por miembros de HET.


34 Las sesiones que comprendieron estos ciclos fueron las siguientes: 1. Más allá de lo militar. 2. No solo próceres. 3. ¿Una independencia nacional? 4. La revolución de las palabras. 5. Los usos de la independencia.


35 Diana Bocarejo Suescún, «Lo público de la Historia pública en Colombia: reflexiones desde el Río de la Patria y sus pobladores ribereños». Historia Crítica n.° 68 (2018): 71


36 Bocarejo, «Lo público de la Historia pública en Colombia: reflexiones desde el Río de la Patria y sus pobladores ribereños», 78


37 Amada Carolina Pérez Benavides y Sebastián Vargas Álvarez, «Historia Pública e investigación colaborativa: perspectivas y experiencias para la coyuntura actual colombiana», Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 46, n.° 1 (2019): 306.


38 Este último punto particularmente era uno de los reclamos más usuales en las encuestas de retroalimentación de los primeros ciclos de talleres cuando se preguntaba por la opinión que se tenía de las historiadoras que dinamizan las sesiones, con comentarios como «En algunos casos más claridad a la hora de las exposiciones» o «Tal vez les recomendaría mejorar el manejo del tiempo».


39 Una reseña de esta controversia se puede ver en «ESPECIAL/Memoria amenazada», Pacifista!, acceso el 3 de noviembre de 2020, https://pacifista.tv/tag/memoria-amenazada/


40 Esto ha sido una forma de manifestación que se ha extendido en muchas ciudades del mundo, especialmente tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía. En Colombia el derribo de la estatua de Sebastián de Belalcázar por parte de indígenas Misak abrió la discusión sobre las narrativas hegemónicas, excluyentes y violentas que permean el espacio público.





Referencias


Archila, Mauricio. «Memoria, Verdad e Historia Oral». Revista Controversia, n.° 209 (2017): 19-39.


Bocarejo, Diana. «Lo público de la Historia pública en Colombia: reflexiones desde el Río de la Patria y sus pobladores ribereños». Historia Crítica, n.° 68 (2018): 67-91.


Cauvin, Thomas. «The Rise of Public History: An International Perspective». Historia Crítica, n.° 68, (2018): 3-22.


Coordinadora de Procesos de Educación Popular En Lucha. Cartilla: La Experiencia de las Escuelas de Nuevas Educadoras Populares. Bogotá: CPEP En Lucha, 2015.


Dean, David M. (ed). A companion to public history. Hoboken, NJ: Wiley-Blackwell, 2018.


Federación Internacional de Periodistas. ¿Qué son las fake news? Guía para combatir la desinformación en la era de la posverdad. Acceso el 24 de marzo de 2021. https://www.ifj.org/fileadmin/user_upload/Fake_News_-_FIP_AmLat.pdf


Freire, Paulo. Cartas a Quien Pretende Enseñar. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008.


Fundación Pares, Paz y Reconciliación. «Resultados electorales del plebiscito por la paz». Acceso el 24 de marzo de 2021. https://pares.com.co/2016/10/03/mapa-plebiscito/


Historias Para Lo Que Viene. Canal de YouTube. Acceso el 29 de junio de 2020. https://www.youtube.com/channel/UCBwDvImoGJL0YBbqX5IcxAg/videos


Muñoz, Catalina. «Colombian Historians and the Public». The Public Historian 40, n.° 4, (2018): 28-32.


Pacifista! «ESPACIAL/ Memoria amenazada». Acceso el 3 de noviembre de 2020. https://pacifista.tv/tag/memoria-amenazada/


Pedraza, Laura. «La voz de la historia». Cerosetenta, 05 de octubre de 2016. Acceso el 7 de julio de 2020. https://cerosetenta.uniandes.edu.co/la-voz-de-la-historia/?fbclid=IwAR1gWhY7AsNbPtYLEpSkEVih20-JwXIeglfsV9HysJru2gUc3bD39O0Ak10


Pérez, Amada y Vargas Sebastián. «Historia Pública e investigación colaborativa: perspectivas y experiencias para la coyuntura actual colombiana». Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 4, n.° 1, (2019): 297-329.


Samuels, Raphael. «On the Methods of History Workshop: A Reply». History Workshop, n 9 (1980): 162-179.


Talleres de Historia en Tiempos del Plebiscito. Evento en Facebook. Acceso el 7 de julio de 2020. https://www.facebook.com/events/241515542916298/?active_tab=discussion


Universidad de los Andes. «Jornada #DíaPaiz». Acceso el 29 de junio de 2020. https://uniandes.edu.co/es/diapaiz


Vega, Renan. «Así no señor Eduardo Pizarro. A propósito de democracia y pluralismo». Rebelión, 2 de marzo de 2015. Acceso el 28 de junio de 2020. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195986


Victorino, Maria Alejandra. «Del chiste al acoso». Cerosetenta, 18 de noviembre de 2016. Acceso el 15 de septiembre de 2020. https://cerosetenta.uniandes.edu.co/del-chisteal-acoso/