Ciencia Nueva. Revista de Historia y Política | e-ISSN 2539 - 2662

Vol. 5 Núm. 1 Dossier | Enero - Junio de 2021 - Pereira, Colombia





Anales y Memorias
Homenaje póstumo a la memoria del historiador Ricardo de los Ríos Tobón

DOI: https://doi.org/10.22517/25392662.24707 - pp 337-353



Ricardo de los Ríos Tobón: una vida en la historia


Ricardo de los Ríos Tobón: a life in history


Recibido: 27 de abril de 2021

Aceptado: 5 de mayo de 2021



La siguiente entrevista a Ricardo de los Ríos Tobón se realizó en junio del 2017 durante el desarrollo del proyecto Expedición Risaralda 50 años: Exposición Itinerante del Mapa Histórico Cultural Departamental. Los entrevistadores fueron los entonces estudiantes de la Licenciatura en Etnoeducación y Desarrollo Comunitario de la utp, Edwin Mauricio López García, Cristian Felipe Cardona Osorno y Gerardo Andrés Zapata Ospina. La entrevista se convierte en un testimonio revelador de la trayectoria vital del propio Ricardo, vinculada estrechamente por su interés en la historia regional del Viejo Caldas.


A lo largo de este documento, de los Ríos Tobón cuenta la fascinación temprana en la infancia por la historia, apoyada por su padre en el municipio de Belén de Umbría en los años de La Violencia a mitad del siglo xx. Dicha atracción por la historia también lo acompañó en su etapa de formación en el Seminario Mayor de Manizales, y más adelante en su breve paso por las aulas de colegios en los que se desempeñó como maestro de Historia y Geografía. Posteriormente, tras graduarse como ingeniero eléctrico en la Universidad Tecnológica de Pereira, y en medio de sus labores profesionales en diferentes proyectos energéticos del país, la persistencia en su afición por la historia dio paso a la escritura del libro Orígenes y Colonización hasta 1850, obra ganadora del ii Concurso de Literatura Caldense de 1983, en la cual explicó la conformación histórica del Gran Caldas en cinco zonas geográficas diferenciadas.


En el mismo sentido, sus respuestas dejan entrever sus preocupaciones por lo que llamó el complejo de inferioridad regional tras la división de Caldas en los años sesenta. El trabajo académico en los últimos años de su vida en diferentes escenarios como la Maestría en Historia de la UTP, la Academia Pereirana de Historia, el Centro de Historia de Manizales, y los Congresos Colombianos de Historia dan cuenta de sus esfuerzos porque se conociera más la historia de la región y con ello evaluar las causas y los efectos de la desmembración del Viejo Caldas. A continuación, se presenta el diálogo que sostuvimos con Ricardo hace cuatro años, y que publicamos como un homenaje a toda una vida en la historia tras su lamentable desaparición.


Cristián Cardona: Para entrar en materia por qué no nos cuenta cómo un ingeniero electricista decide empezar a pensar o se pregunta por el tema histórico, y empieza a trabajarlo.


Ricardo de los Ríos: Sí, te contesto. Yo pienso que, por el aspecto familiar, papá fue un político conservador del occidente de Caldas. Estuvo en el Congreso en 1949, le tocó cuando mataron a dos congresistas allá. Papá estaba allá revolver en mano porque era de los godos bravos, porque esa era una pelea a muerte.


Edwin López: Entonces. ¿a él le tocó la balacera famosa en el Congreso?


Ricardo de los Ríos: La del 9 de septiembre de 1949 cuando mataron a un congresista Jiménez de Boyacá y otro murió un año después a consecuencia de las heridas. Lo que dicen que hubo, que fue la noche de los cuarenta tiros, dicen, que porque encontraron cuarenta cápsulas porque eran casi todos revólveres en la época y pocas pistolas.


Papá fue un hombre muy culto, completamente autodidacta pero muy culto, él ejerció política y fue lo que llaman rábula, leguleyo, pues ejercía el derecho en Belén de Umbría, mi pueblo natal, pero sin título. Porque papá no había llegado sino hasta primero de bachillerato, entonces lo hizo en Manizales en el instituto en 1931, pero fue un hombre muy culto, gran orador, estupendo poeta. Yo tengo de mi papá un libro hecho, editado, listo.


Edwin López: ¿Solo de poesía?


Ricardo de los Ríos: No, todos los discursos políticos, todo lo que escribió para la prensa, muchos ensayos que hizo, también biografía, y fue el primer gerente de la Lotería de Risaralda. Fue siete años gerente de la lotería, murió estando de gerente. Se fue a Pueblo Rico, a Santa Cecilia, precisamente con el gobernador Mario Jiménez Correa a inaugurar un puente, y él venía enfermo del corazón desde hacía rato, y él sabía que se iba a morir, y en el carro le dio el infarto. Alcanzó a llegar al Instituto de los Seguros Sociales a la veinte, y ahí murió por la noche en 1973. Entonces, con mi papá fui muy cercano, y también me crie en el gusto por la política. Éramos tan politizados, que yo tengo un caso que muestra lo politizados que podía ser uno en los pueblos. Lo voy a contar.


Papá era jefe conservador del pueblo, mis abuelos maternos eran completamente liberales. Toda la familia Tobón era completamente liberal, la familia de los Ríos era casi toda conservadora que venían de Riosucio. De niño yo tenía siete años, y a nosotros los muchachos en esa época nos gustaba mucho coleccionar estampillas en cuadernos con una cintica por detrás pegado. Después supimos que eso se llamaba filatelia, pero era un cosa muy emocionante, pues de los hijos de los funcionarios. Mi papá era el recaudador de impuestos en Belén de Umbría y mis abuelos tenían una tienda grande y unos negocios, tenían platica, y éramos muy ufanos, vivíamos muy orgullosos con nuestras estampillas. Y una vez un tío, Germán, él podía tener diez años y un primo que tenía nueve que fue constituyente del 91, Jaime Benítez, constituyente por Caldas. Un día me dijeron que me cambiaba la estampilla que quisiera del álbum de ellos, del cuaderno de ellos, la que quisiera por una de las que yo tenía varias. Yo tenía unos bloquecitos de estampillas, pero eran del fondo conservador de Caldas, que en esa época tan honrada era para fondos del partido, vendiendo estampillas entre los campesinos. Entonces, había unas estampillas de Silvio Villegas azules, es que la veo, la estoy viendo a pesar de que eso fue a los siete años, y yo la tenía porque papá era el jefe. No eran estampillas postales, pero eran para que el campesino diera cincuenta centavos u ochenta centavos, lo que pudiera dar, se la llevara y la tuviera y con eso participara en los fondos del partido.


Entonces, mi tío y mi primo me pidieron que me cambiaban la estampilla que quisiera de ellos por una de las que yo tenía varias, de las azules. Ellos no dijeron nada del partido, sino de esas azules que usted tiene varias. Entonces Ricardito cayó. Estábamos solos, estábamos en la parte baja de una casona grande, y entonces, yo como desconfiadito porque era muy raro eso le dije: bueno, muéstreme el álbum. Me lo dejaron mirar. Me acuerdo que escogí una estampilla de Bélgica con un retrato de una persona, después supe que era el Rey Leopoldo. Esta (señalando), por alguna razón me había fascinado, y entonces les dije, es de estas que necesitan una. Sí, entonces, un momentico la parto porque era un bloquecito de seis u ocho.


Entonces la partí metódicamente. Entonces, me dijeron escoja la estampilla, y fui y arranqué la estampilla y la cogí, les entregué la mía. Bueno, terminó el negocio, y en ese momento fue la agresión política. Sabe para que queríamos esta estampilla. Mire, tra, tra, tra, (hace ademán de rasgarla), y Ricardito de siete años no dudó ante la ofensa a su partido, no dudó un instante y me les tiré encima. Uno tenía nueve y el otro diez años que es muy grande para uno de siete, me les tiré encima, hubo unos puñitos, me reventaron la nariz, y pues yo vengué a mi partido, había que morir por el partido, derramar la sangre, yo puedo decir que yo derramé mi sangre por el partido conservador, derramada, me reventaron la nariz, pero lo que siguió fue más impactante. Ninguno dijo nada. Como dije yo en alguna crónica, cuando los niños subieron al piso superior nadie dijo nada, había sido meramente un enfrentamiento político, un enfrentamiento entre enemigos políticos tradicionales.


Era el ambiente de política en que uno vivía, en mi pueblo natal en Belén de Umbría en esa época de violencia fuerte, la violencia conservadora porque en el pueblo estaban sacando a los liberales. Por allá en el año 49, finales del 49, la casa de mis abuelos aprovechando que mi papá había logrado frenar la chusma conservadora, porque a los Tobones le tenían mucha gana porque eran activistas liberales y el pueblo se estaba conservatizando con toda, aprovechando una ida de mi papá, porque era recaudador de impuestos también de Santuario. Llegó a Santuario a ver cómo estaba la oficina de allá, porque los impuestos se recaudaban en el pueblo en efectivo y se metían a una caja fuerte, que tenía en la oficina, y después venían de Manizales en alguna época a recoger los impuestos nacionales de los pueblos. Aprovechando eso la turba conservadora atacó la casa de mis abuelos. Porque tenía una puerta grande no la tumbaron, pero a bala y machete la dejaron muy lesionada, entonces a los viejos les tocó salir de Belén. Se fueron a Santuario, que era un poquito más liberal, que quedaba más cerca y después a Pereira, y después de estar un rato en Pereira, los famosos desplazados de los que hemos hablado tanto en Pereira en el año 49, ya se fueron al Quindío que era completamente liberal y en Calarcá vivieron muy bien. En Calarcá los trataron muy bien, tanto que una prima hermana, la prima mayor fue Gobernadora del Quindío, Lucelly García de Tobón, fue como la cuarta o quinta gobernadora que tuvo el Quindío.


Edwin López: Pero, ella era de Quinchía, ¿cierto?


Ricardo de los Ríos: De Quinchía, era de Quinchía, porque los abuelos míos, los hijos nacieron en Quinchía, pero ellos caminaban mucho. Mi mamá nació en Pueblo Rico en 1916, ya era de Caldas, llevaba tres años siendo de Caldas, sino hubiera sido chocoana. Por tres años, sí. Ellos vivieron allá, los hijos de ellos nacieron en todas partes porque mi abuelo también era maestro y los maestros vivían caminando de pueblo en pueblo, y también pues de Belén de Umbría tuvieron que salir, o sea el ambiente era totalmente político.


Bueno, entonces por eso mi gusto por la política, me críe en un ambiente politizado, esperando a ver cuándo iban a matar a mi papá. Nosotros cuándo estábamos niños en la casa, que era muy frecuente, que había lo que llamaban una guachafita o una pelotera, cuando algún borracho liberal gritaba y pasaba un borracho conservador, y empezaban y ya se cuadraba una. Los domingos por la tarde eran peleas en forma entre conservadores y liberales a bala, y se estaban todos hasta las seis, siete de la tarde, y pasaba en todos los pueblos de occidente porque las fuerzas eran muy parejas. No es como otros pueblos, por ejemplo, en Quinchía que no se daba eso nunca porque allá eran veinte pelagatos conservadores contra una multitud. En Guática tampoco porque eran 80 liberales contra 2500 conservadores, pero lo que era Apía, Santuario, Belén, Mistrató, Balboa, Balboa fue muy liberal, pero no siempre fue, La Celia era un corregimiento chiquitico que no jugaba ahí que era conservador, pero en estos pueblos era siempre, porque Riosucio sí era completamente conservador y allá también hubo guachafitas, Quinchía liberal y Belalcázar también era parejo.


Edwin López: Y Anserma…


Ricardo de los Ríos: Viterbo apenas lo estaban fundando, lo fundaron en el 51.


Edwin López: Y Anserma conservadora…


Ricardo de los Ríos: Pero muy pareja, conservadora pero apenas ligera mayoría. Entonces, por lo menos en esos pueblos había guachafitas… Cuando había en el pueblo pelotera, recuerdo que mi mamá nos ordenaba, vivíamos ahí abajito de la plaza, cuando se sentía ruido o venía gente, lo que sea, tirarse al suelo debajo de las camas. Como las casas eran un poquito altas, cualquier balazo que entrara, que atravesara la tapia de boñiga, el bahareque, cualquier balazo que entrara, iba a entrar un poquito alto. No iba a ser a ras de piso. Entonces, allá nos tocó a los hermanos mayores y mamá esperando cuándo le llegaban con su marido con las paticas pa delante, o sea era un ambiente político absoluto.


Y luego ya me fui a vivir a Manizales a los ocho años porque a mi papá lo nombraron en un cargo público importante en Caldas como premio de su accionar político. Entonces, desde el año 46 empezó la mayoría conservadora en Belén de Umbría, y papá se fue en el año 47 a un cargo en alguna secretaría del departamento de Caldas, y allá se dio cuenta, pues tenía siete hijos, que era mejor llevárselos, seis hijos tenía en ese momento porque dos son manizaleños. Entonces nos trasladamos en 1948, antecitos del 9 de abril, a vivir a Manizales, y ya en Manizales se despertó la vocación sacerdotal de Ricardo, y en 1951 teniendo once años, antecitos de cumplir once años, entré al seminario. Yo estuve en el seminario de Manizales desde 1951 hasta 1961, o sea toda la adolescencia y parte de la niñez, y el seminario en esa época era intelectualmente muy importante, muy muy importante y después llegaron unos sacerdotes canadienses, los Sulpicianos que hicieron del seminario casi una universidad. Entonces, es una formación humanística muy fuerte. A mí me tocó estudiar la clase de filosofía la recibía en latín, los exámenes se presentaban en latín, las intervenciones en clase eran en latín, como si fuera Caro y Cuervo, pues. Eran con todas las de la ley, en griego, hebreo y todo lo que usted quiera de humanidades.


Gerardo Zapata: ¿Hasta dónde llegaban las humanidades?


Ricardo de los Ríos: Eran cinco años de seminario menor, que era una especie de bachillerato. Entonces usted no se imagina lo que era, y con sotana, porque era obligación tener sotana. Unos muchachitos de once, doce, trece años jugando fútbol en una cancha empolvada con sotana. Yo siempre fui defensa en fútbol porque…, y siempre después en la universidad, siempre fui defensa, mal defensa, pero defensa. Y nosotros por ejemplo aprovechábamos la sotana, como una bata, y de paño pesado, no había terlenka ni siquiera paño. Entonces, uno para llevarse el balón con la sotana se agachaba un poquito y lo iba arrastrando.


Cristian Cardona: Como una estrategia.


Ricardo de los Ríos: Sí, nosotros molestábamos después cuándo nos retiramos del seminario, que nos reuníamos los seminaristas. Los exseminaristas, para esa época amigos de toda la vida, 24 horas juntos se creaban unas amistades muy sólidas. Nosotros aprendimos a vivir. Qué curioso, ahora no más, me estaba preguntando mi mujer que cómo era esa cosa del manejo de la sotana. No sé si me estuvo preguntando hoy, o sería ayer. La sotana tenía muchos oficios, pero esas sotanas era un mugrero, jugando fútbol en un polvero bien grande, y muchachitos de once, doce y trece años, y algunos por ejemplo que venían del campo, no se imaginan lo que era. Eso al fin lo terminaron retirando, pero todo el tiempo que yo estuve en el seminario menor, cinco años, siempre en Manizales, y luego seguía la filosofía que eran tres años de filosofía intensa, y luego cuatro años de teología.


Yo estaba en el penúltimo año cuando me puse a pensarla bien y me di cuenta de que simplemente fue una conciencia de quién sabe si iba a dar la talla en la parte de celibato porque esas muchachas tan lindas, y fue la época en el año 61, 62 cuando el Concilio Vaticano Segundo, que fue tan importante, ustedes seguro han visto lo que fue en la historia religiosa porque fue otra reforma católica, fue el equivalente de la contrarreforma de Lutero, y con el que menos se esperaba, con el papa Juan xxiii que era un curita viejo, un curita de misa de olla y ese hizo la gran reforma de la iglesia porque la volvió más humana. En esa época empezaron sacerdotes por todas partes a colgar la sotana, a irse con la enfermera o con la monja o con la muchachita de colegio. Empezaron muchos a colgar la sotana que no podían, entonces ya uno en el seminario pensaba si uno de pronto iba a hacer lo mismo, y entonces para no ir a dar lora, dije no.


Bueno, entonces como herencia del seminario y por el gusto mío personal, yo desarrollé un gusto apasionado por la historia y la geografía, eran las materias que más me gustaban, historia y geografía. Siempre fui de los buenos alumnos, cuando estuve también en primaria fui buen alumno. Pero desarrollé mucho gusto, por ejemplo, yo todavía guardo, porque lo encontré casualmente, recuerdo que conversaba yo con mi papá, hacía esto mismo que me contara cosas políticas de cuando él estuvo en el Congreso, cuando yo tenía nueve años, porque yo soy modelo 40. Papá me contaba y ahí mismo yo, con la letra pachuchita, iba y escribía. Tengo unas cinco o seis páginas de cuándo tenía once años, las tengo ahí guardadas contando crónicas políticas que me contaba mi papá del Congreso; de Álzate Avendaño, que fue de la línea de Álzate Avendaño, todas esas cosas. Desde ese momento sentía la necesidad de estar escribiendo historia y tenía once años. Ahí lo tengo, es un recuerdo muy grato. Ya eso lo tenía en la vena, y en el seminario también, en el seminario había mucha vida intelectual, pero había mucho control religioso. Yo recuerdo, por ejemplo, cuando estaba en el Seminario Mayor, ya en filosofía… Vivíamos en el seminario, eran celdas, celdas individuales o para parejas, una o dos personas, pero como había que acostarse a las nueve de la noche sagradamente, lo que se llamaba el gran silencio, a las nueva había que apagar todas las luces y todo mundo a dormirse, y a las cinco de la mañana sonaba la campana para empezar el día. Entonces, recuerdo que el clóset era estrechito y habilité una banquita de madera y puse una mesita para poder cerrar el closet bien cerrado, meterme con una lámpara a leer. Allá precisamente en ese ambiente, me leí algo que no se podía leer porque era prohibido desde que entró.


Edwin López: ¿Cuál libro?


Ricardo de los Ríos: Lolita de Nabokov, que es preciosa, que es una joya. Un hermano mío que era muy intelectual, lo mataron aquí en Pereira, que fue un gran escritor, un gran escritor, abogado, secretario de los seguros sociales aquí, Germán me llevó el libro. Él era el que me llevaba libritos. Me acuerdo de que Lolita de Nabokov me lo leí encerrado así, encerrado con una lámpara leyendo hasta las doce o una de la mañana.


Gerardo Zapata: ¿Se lo llevó al seminario?


Ricardo de los Ríos: Me lo llevó al seminario sin que se diera cuenta mamá. Me lo traía entre la ropa porque él era el cómplice mío para muchas cosas, o sea esa pasión de los ojos abiertos, era de salir pa todas partes, de sentir el gusto, y entonces ya cuando salí del seminario dije bueno…


Edwin López: Venga le hago una pregunta antes de que pase del seminario. ¿Qué libros de historia y geografía leyó allá en el seminario?, si los recuerda


Ricardo de los Ríos: Había muy pocos. Yo era apasionado por el hermano Justo Ramón, tanto la Historia de Colombia, que había versión para primero. Hablemos del bachillerato de antes, había historia en primero y segundo de bachillerato, en tercero y cuarto de bachillerato había historia universal, Edad Antigua, Edad Media y Edad Moderna. Luego, en quinto no había más historia, y en sexto había Historia de Colombia, la de fondo que era la de Henao y Arrubla, la clásica la de 1910. Esa, yo devoraba esa. Pasión, pasión, y algo que se conseguía mucho, que recuerdo que leí harto, las Memorias histórico-políticas de Joaquín Posada Gutiérrez, eso es un clásico, de los libros emocionantes de la historia de Colombia. El coronel Joaquín Posada Gutiérrez vivió parte de esas guerras, pero se ve que conversó con todo mundo. Entonces, tiene una crónica que es una novela, creo que se llama Mi historia, es como le decía una novela, entonces eso me acuerdo de que lo devoraba que era historia, historia universal lo que podía coger, y había una cosa que era fabulosa y fascinante para nosotros que se llamaba El Tesoro de la Juventud, que eso amerita una tesis de maestría.


Edwin López: El Tesoro de la Juventud


Ricardo de los Ríos: El Tesoro de la Juventud eran veinte libros de una editorial española-argentina, muy bien editados con unas fotos impecables en papel fuerte y satinado, una enciclopedia como las de antes. Entonces ustedes conocieron enciclopedias, pero ya pisando libros. Uno devoraba enciclopedias, devoraba, y en el El Tesoro de la Juventud, que era para adaptar todos los conocimientos a la juventud, había literatura, había mucha poesía porque era época de poesía, mucho de historia, pero mucha, muchísima historia. Entonces, salían ediciones, y recuerdo que salió una serie de libritos que sacó una editorial española, de libritos ordinarios chiquitos como especie de pocket book, una colección que se llamó Celebridades, unos cien libritos y salió uno cada semana, unas biografías por ahí de cien o ciento veinte páginas, pero ordinario, un librito chiquito tan barato que uno de muchacho los podía comprar, y yo recuerdo que los tuve todos y me los leí todos, porque era pasión, pasión por la historia.


Pero como de historia de Colombia que recuerde, esos que te digo; que recuerde el Hermano Justo Ramón, el padre Granados también tenía un libro de historia de Colombia que se enseñaba en los colegios y lo mismo la geografía, esos quizá, y lo que por ahí tenía mi papá que era como que yo podía asimilar. Mi papá también leía y tenía una buena colección de libros.


Edwin López: En esa época no encontró ni la geografía de Galarza ni la de Heliodoro Peña, la geografía del Quindío o la de Antonio García.


Ricardo de los Ríos: De que existía la de Antonio García, sí, la tenía mi papá, la Geografía Económica de Caldas, sí, porque esa es del 36. Mi papá la tenía, y ahí sí, no asimilaba la parte económica, nada, pero la parte histórica al principio que están las crónicas de los indios, todo aquello, claro que me la leí. Esa era de Caldas; de Caldas había otro y yo lo tengo, de un señor que llama Tiberio Ossa o Tiberio Galarza Ossa.


Edwin López: Yo la tengo escaneada. La foto de Anserma es muy bonita.


Ricardo de los Ríos: Es linda y tiene unas fotos hermosas de los pueblos de Caldas cuando estaban pequeños. Hay unas fotos muy lindas. La foto de Anserma, qué hermosa y se ve hasta Plana, cierto. Se ve hasta Plana, que es la calle principal, la única que tenía Anserma en esa época. Es que realmente circulaba mucho y había mucha revista. Por ejemplo, había una revista de nosotros de niños que llamaba Billiken, una revista argentina que enseñaba a manera infantil, pero enseñaba mucha, mucha historia, y había una chilena que llegaba también semanalmente hasta Belén de Umbría, hasta los pueblos, que se llamaba El Peneca. Yo no sé qué será «Peneca» en chileno, pero era una revista muy agradable y todas las revistas tenían una línea culta muy amplia de información de historia. Es que la historia se vivía, se enseñaba, uno dominaba la historia. Lo mismo la historia sagrada, el famoso libro, hermosísimo, que llama Cien Lecciones de Historia Sagrada es un tesoro porque es toda la historia sagrada desde Adán y Eva en la versión de la Biblia, pero con toda en forma de lecciones cortas y con bonitas láminas dividida en cien lecciones, por eso se llamaba las cien lecciones de historia sagrada. Era una novelita.


Gerardo Zapata: Ricardo, ¿ustedes también saliendo del seminario como sacerdotes podían ir también a la enseñanza, estaban preparados para eso?


Ricardo de los Ríos: Es que en esa época los curas iban poquito a enseñanza, pero casi todo el que se salía del seminario, como estaba académicamente bien preparado, el primer «escampadero» que tenía antes de organizarse en la vida era ser maestro. Todos los compañeros terminaron siendo maestros de algún pueblo o rectores de algún colegio porque era gente culta, bien formada, de un idioma impecable, ortografía y escritura impecable. Había una formación humanística muy fuerte, y mucha psicología y muchas relaciones porque era una formación para formar, el sacerdote era un formador, y había hasta algunos libros fuertes. En estos días no más entré a la red a buscar si ahí figuraba un libro que llama El Magisterio de la Iglesia, y ahí lo encontré, que es escrito por un hermano, creo que es hermano del papa Benedicto XVI, el que está retirado. Ah no, ese no es, suena mucho, es Denzinger, que es la recolección de todas las normas de dogma y de moral de la iglesia. Entonces, la parte matrimonial es sensacional. En ese estudiábamos nosotros porque era el que había que dominar para poder hacer confesionario, porque el confesionario era el diván de psiquiatría de la época porque no había eso. Yo quiero hacer un trabajo para un congreso de historia sobre ese libro, y sobre cómo se manejaba el concepto de castidad y de pureza en la época, y sé que lo voy a hacer. Ese libro es delicioso para el que conozca del tema porque mirado desde ahora, encuentra que la iglesia se le metía al rancho a uno a todo, pero bueno volvamos a la historia.


Entonces, ya después, a mí me gustaba mucho también la ingeniería, mucho. Yo era demasiado despierto, me gustaba todo. Yo vi dónde se podía estudiar, tenía que ser en Manizales. Mi papá no podía más, entonces no podía pensar en Bogotá, y entonces en Manizales entré a Ingeniería Civil. Como yo venía de estudiar humanidades continuas once años, en la universidad las matemáticas barrieron conmigo. Me hicieron repetir dos años seguidos de ingeniería en Manizales. Era muy bueno porque era anual, y si uno sacaba menos de dos en el primer trimestre no haga más porque tiene que repetir, eso era muy radical.


En ambos me rajé, y también me puse a dictar clases en Manizales en el Colegio de Cristo. Yo allí di historia de Colombia, precisamente me inventé algo un poquito adelantado a la época, estamos hablando de 1961 por ahí. Me inventé algo para que estos muchachos se interesaran en la historia de Colombia, que era la de Henao y Arrubla, y como el fuerte era la campaña de independencia, entonces sacamos un periódico en mimeógrafo entre todos, un periódico en que tocaba contar la historia de la independencia. Yo repartía los temas: usted va a ir con Santander que va subiendo de los llanos, subiendo a Pisba; usted va a estar con los españoles que están preguntándose si esto y lo otro; usted va a estudiar costumbres, usted va a ser un soldado. Entonces, los muchachos buscaban así en pequeñas crónicas, las entregaban, se imprimían y el día de clase ese era el resumen. Fue una cosa bonita, interesante, todavía no hace mucho me encontré con uno de esos antiguos muchachos, odontólogo en Bogotá: «Yo me acuerdo de todo lo que aprendimos en historia con usted porque nos entusiasmó por la historia, y nosotros que nunca habíamos ido a mirar un libro de historia, a ver cómo se veían las costumbres de Boyacá cuando la batalla del Pantano de Vargas o cómo hicieron los llaneros que andaban semidesnudos para cruzar la cordillera por un páramo helado.


Lo mismo cuando yo dicté en Manizales, la asignatura de Geografía Universal en segundo de bachillerato en Europa en el Colegio San Luis de Manizales. Allá estaba dictando clase cuando precisamente el gran temblor de Manizales del 30 de julio del 62. Estaba yo en plena clase, y allá como los muchachos le paraban tan poquitas bolas a la geografía, pero sí les gustaba mucho la historia, entonces vimos la geografía de Europa a través de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, Hitler va invadiendo cada país, que llegó a los Ardennes, que cruzó el Rin, que cruzó el Mosa. Estuvimos viendo historia de Europa y sin querer queriendo los muchachos vieron la geografía de todos los países. Fue un buen truco, que funcionó mucho, y después supe al año siguiente, que yo ya no fui profesor más porque no podía, que me habían elegido el mejor profesor del colegio en ese año, me contó el rector. No me quiso contar el año anterior, como quien dice: «Para que a este no se le suban los humos y no nos pida más del paguito», ese que nos daban.


Después entré a ingeniería, y en esas ya la Tecnológica de Pereira estaba empezando a sonar, y me sonaba mucho la ingeniería eléctrica. Me vine para acá entré como a la tercera promoción de ingeniero e hice mi ingeniería. Soy malo para las matemáticas, había que ver cinco matemáticas, cinco semestres y yo vi siete, siete semestres, pero logré cuadrar y no me atrasé sino un semestre. Entonces, me gradué en once semestres, me gradué en el 69, precisamente con Luis Enrique Arango, él era compañero mío, entró en el 64 pero Luis Enrique como era un genio, él vio simultáneamente ingeniería mecánica e ingeniería eléctrica, las asesinas de allá, porque allá la promoción mostraba lo difícil que eran las carreras. No eran sino tres carreras, no había nada más, y solo un edificio, el administrativo, las canchas y el edificio viejo, el que hizo Hans Drews. Allá nosotros en eléctrica éramos solo cincuenta en los cinco semestres; en mecánica eran cómo ciento veinte un poquito más fácil y en industrial eran cuatrocientos. Entonces, siempre nos burlábamos de eso, y sacábamos por ahí avisitos en las paredes: «Se solicita ingeniero industrial, pero con bicicleta», como se ponía para los domicilios para hacerles dar una rabia. Poníamos ahí en la cartelera: «Se solicita ingeniero industrial, pero con domicilio».


Bueno, yo de todas maneras cada que podía seguía leyendo historia, y recogiendo libros de historia, y hablando historia, lo que pudiera. Y ya cuando empezó la carrera, primero estuve en el sena, fui director del Centro Nacional de Electricidad y Electrónica desde el año 70 hasta el 74, y luego ya me quedé en Bogotá porque yo me casé en el año 70 y me fui para Bogotá. No alcancé a trabajar en Pereira, en Pereira tuve una oficinita de ingeniería eléctrica que se llamaba Ingel, hice como cuatro trabajitos y después ya me fui y tocó abandonarla, que quedaba en lo que llamaba el edificio J. Gómez, y luego en Bogotá trabajé en asunto de alarmas y ventas eléctricas, todo en varias partes, y después ya en 1980 entré a una empresa grande, a Distral, que fue una empresa de industria básica colombiana, y en Distral alcancé a estar veinte años, siempre en plantas.


Entonces, yo por eso me recorrí todo Colombia. Yo monté, hice la parte eléctrica de Termo Zipa, Termo Paipa, Termo Tasajero en Cúcuta, Termo Guajira en La Guajira, Termo Barranca en Barrancabermeja, estuve en Putumayo; estuve en República Dominicana tres años montando Termo Barahona; estuve un poquitico, pero poquitico en Venezuela, en Begachí montando una planta de mieles; después estuve en la planta de La Miel montando turbinas y montando sistema eléctrico, y después estuve en una planta que se llama Termo Sierra que queda en la zona de guerra. Estuve en Mitú a la orilla del río Vaupés montando una planta hidroeléctrica allá a la orilla del río Vaupés, lejísimos de Mitú a una hora de Mitú por entre selva amazónica.


Y como idolatro a Manizales, me crie en Manizales, yo digo que mi corazón está en Pereira, pero el cordón umbilical está en Manizales. Entonces, de Manizales ahí sí me puse a leer. El padre Fabo lo leía desde el seminario, en la biblioteca del seminario estaba y de Manizales estaba también Emilio Robledo, la nosológica que llaman, esa geografía tan rara, una geografía médica y nosológica de Caldas, y estaba la de Toro, la que llama Vida comercial de Manizales. Yo es que de Manizales tengo todo, allá leí mucho historia de Manizales y de Caldas, mucho, mucho, porque la biblioteca era muy surtida, yo iba más que todo por libros de otra área, no eran mucho los religiosos que leía, pero bueno sí, y entonces me acuerdo que yo empecé a escribir una historia de Manizales, llena de pasión, por ahí la tengo en borradores como doscientas páginas que nunca se publicó ni nada. Pero ahí pues como que fui soltando, y siempre participaba y allá tenían un centro literario, había mucha actividad intelectual, y la historia en esa época era vida. Volvamos a la historia, entonces yo cuando estaba en las obras era muy, muy común.


Edwin López: ¿Escribía allá?


Ricardo de los Ríos: Siempre por la noche, o me iba a leer y era violento porque andaba, el trabajo en las plantas era terrible de siete de la mañana a diez de la noche casi siempre, durísimo. Bien pagado, pero durísimo. Y muchas veces a un sol del río Magdalena, a un sol de Guajira o a un sol de Cúcuta violento, pero lo que es el gusto. Yo llegaba por la noche y era muy común, no había nada de red ni estas cosas, pero siempre andaba con mis libros, con mis recortes. ¡Ah!, otra cosa que yo he hecho toda la vida, recorte de periódicos. Toda la vida, yo tengo recortes de periódicos del año cincuenta y clasificados en carpetas. Tengo realmente un archivo interesante, de historia y de muchos temas porque siempre recortando. Los hermanos míos se burlan mucho de mí, porque para mí un periódico lo cogía y miraba que me podía interesar de ahí y después échele tijera y guarde y clasifique, póngale la fechita a mano y tengo cantidades y cantidades de periódicos. Lo que tengo son chécheres y reblujos. Mi mujer dice que el día que yo me muera ella no va a mirar todo ese reblujerío mío, que ahí mismo, que porque no se lo va a dar a los hijos ni le va a decir a los hijos escoja porque alguno de ellos va a querer quedarse con todo. Que ella mejor lo quema. Esa mujer es muy radical, pero bueno lo dice es por decir.


Edwin López: Eso hay que donarlo algún lado


Ricardo de los Ríos: De pronto puede servir, organizándolo un poquito sí. Puede, puede.


Edwin López: La maestría ya va a empezar con el Laboratorio de Fuentes


Ricardo de los Ríos: Yo tengo algunos documentos que da trabajo conseguir. Por ejemplo, el libro que salió cuando el cuarto centenario de Anserma, que es un libro bellísimo, bellísimo. Que era de mi abuelo y me lo guardó. El que sacó Santacoloma, está todo lo que dijeron los cronistas sobre Anserma. Está una historia literaria y humana de Anserma y están unos bonitos dibujos. Es un libro gordote que salió con la financiación de los cuatrocientos años de Anserma en 1939. Yo tengo ahí un mundo de cosas que precisamente tengo antes de morirme que organizarlos en alguna parte.


Bueno, entonces yo ya había escrito una biografía. Cuando yo tenía doce o trece años el rector del seminario que era el padre Rubén Isaza Restrepo de Salamina precisamente, lo volvieron obispo y eso fue una pompa, una cosa muy grande en ese momento. Y yo, cada que conversaba con él, por ahí en el recreo, los niños alrededor de él a que nos contara cosas de Roma, cosas de Europa. Y a los doce años y con la letrica feíta que he tenido yo toda la vida, letra pegada feíta, escribí una biografía de él, de todo lo que él me había dicho. Ese puedo decir que fue mi primer libro, porque hice una libretica de como veinte paginitas, pero una biografía con toda la estrategia de una biografía cronológica. Con líneas del tiempo, con todas las de la ley. Es que, por eso, al que le gusta le sabe, eso se está en el ADN.


Luego montando Termo Paipa en 1980… No, montando Termo Zipaquirá me di cuenta de que había salido en Manizales un concurso organizado por José Fernando Corredor que era un intelectual de los grandes que perdió el Eje Cafetero, un hombre joven, un periodista, pero un nivel intelectual, como los de antes, como los grandes periodistas. Murió de un cáncer, muy joven. Él organizó un concurso nacional de ensayo y yo tenía un mundo de apuntes y mundo de cosas y me di cuenta a tiempo. No había muchos periódicos, por ahí en un rinconcito, no había mucha promoción. Pero me di cuenta y dije: «Hombre, voy a escribir» y entonces me puse a escribir y escribir y escribir a la carrera. Y enseguida conseguí una señora, estaba yo en Paipa y una señora en Bogotá que pasaba tesis, que pasaba documentos de esos a máquina, que era a máquina, todavía no había las delicias del Word, entonces si cometía un error había que corregir la página. Y entregué una historia de la colonización y ahí si me leí a Parsons hasta el fondo y a Safford y a Havens y a todos los que habían estudiado eso y a los antioqueños.


Entonces, mandé mi trabajo. Recuerdo que fui hasta Manizales a entregarlo. Pues, yo en Manizales tenía conocidos, y pues ya la familia de los Ríos era muy conocida allá porque habíamos vivido mucho tiempo allá. Y entregué el trabajo y pues seguí mi asunto allá. Yo como con ganas de saber, pero no llamaba ni nada y por ahí como al mes, mes y medio un día en El Tiempo… me dijo algún compañero: «Oiga aquí están hablando, ¿usted no mando una cosa a un concurso? Aquí están diciendo que se lo ganó Ricardo Tobón, ganador del concurso literario en Caldas». Y pues pensé: «Esto está como asustador». Y leí y decía: «Primer puesto Ricardo Tobón, quien participó con el pseudónimo de Homo montanus», ahí si supe que era yo.


Edwin López: ¿Homo qué?


Ricardo de los Ríos: Homo montanus, en latín, Homo es hombre, montanus es montañero. Hombre Montañero. Precisamente, en el escudo de Bucaramanga también en latín dice Montani semper liberi, los campesinos o montañeros siempre libres. Ese es el escudo de ellos, como ellos tienen tanta montaña, como la tenemos nosotros. Entonces yo dije: «¡Uy!, esto sí son palabras mayores». Y cuando me di cuenta de que de segunda había quedado Luisa Fernanda Giraldo, la vicerrectora de la Universidad de Caldas, que es antropóloga e historiadora, y que de tercero había quedado un historiador antioqueño, yo dije: «¡Uy!, esto son palabras mayores». De ahí arreglé el libro, se presentó, y salió como al año siguiente.


Edwin López: ¿El de Orígenes y colonización?


Ricardo de los Ríos: Orígenes y colonización. Ahí fue que resolví que iba a escribir los otros y pedí permiso allá, a la…


Gerardo Zapata: ¿La empresa?


Ricardo de los Ríos: No, no tanto a la empresa. ¡Ah, no!, en la empresa fue un problema. El director de obra era un holandés y yo era el encargado de toda la obra eléctrica. Y yo por ir a Manizales a recibir el premio. Una cosa muy solemne en la Gobernación de Caldas. La premiación y el lanzamiento del libro también fue importante. Y allí fue cuando resolví que tenía tema para continuar, por eso le puse tomo uno, porque ese llega solo hasta 1850. La portada precisamente me la hizo mi mujer que pinta muy bonito, me la hizo con tinta china, un pueblito cafetero. Quedó bonito el librito, quedo realmente vistoso. En ese momento dije, no puedo perder el calorcito y tengo que aprovechar y ya estaba afiebrado, entonces a los días fue cuando conocí a Albeiro Valencia Llano. Y un poquito después estaba yo en Cúcuta trabajando, cuando me llegó una invitación del cuarto Congreso Colombiano de Historia en Armenia. Como era regional, buscaron que estaba fresquito por ahí en el mercado y me mandaron los pasajes. Los congresos de historia eran ricos.


Edwin López: En esa época en Armenia estaba Carlos Miguel Ortiz, ¿o no?


Ricardo de los Ríos: Seguro que estaba, pero yo no sabía nada de Carlos Miguel, es que yo no estaba en ese mundo. Yo leía lo que me gustaba y medio aprendía quiénes eran. Ahí conocí a Albeiro Valencia casualmente porque a los que íbamos a trabajar en la región cafetera nos colocaron en un hotel allá juntos. Conocí a Edgar Barón, el del Valle. Pero ahí nos hicimos amigos del alma, Albeiro y yo. Él semejante historiador y yo un ingenierito aficionado, pero me recibió muy bien, me acató muy bien. Entonces, desde eso hemos sido grandes amigos.


Estuve en ese congreso y presenté un documentico bueno sobre la creación de Caldas. Pues fue el tema fuerte mío y después lo he desarrollado muchísimo más. Y ahí si me puse un poquito más de moda. Ya seguí siempre como ingeniero, pero participando en La Patria donde publiqué varias crónicas. En esos días también yo fui de los refundadores del Centro de Historia, por allá en 1972, 1973, porque el Centro de Historia de Manizales lo había fundado Enrique Otero D´Costa en 1910. Existió con mucho éxito, pero por ahí del 45, 46, se había acabado. Y, un gringo que manejaba el Centro Colombo Americano, George Drake, que fue a Manizales a hacer una tesis de grado en Historia, hizo una convocatoria por La Patria, por la prensa, que tenía intenciones de agitar el tema de historia, de revivir el Centro de Historia. Convocó, y yo asistí pues siendo un don nadie en ese momento, eso fue veinte años antes de lo del libro. Y allá demostré entusiasmo y ganas y entonces recuperamos el Centro de Historia, en la lista de refundadores está el acta, y en el acta estoy yo. Y ahí estaban intelectuales de Manizales. Ya seguí escribiendo y en esos días después publiqué algo que tuvo mucho éxito, pues ya había sido la desintegración de Caldas, que saqué una serie en La Patria que se llamó la desintegración en dieciséis lecciones. Tú no la conoces, ¿no?


Edwin López: Sí.


Ricardo de los Ríos: Ve, de pronto me lo guardas. Pero tengo los originales porque ahí hay mucha, pero mucha información de la desintegración de Caldas. Mucha es mucha. Y fue una serie muy exitosa por un punto no fue Premio Nacional Simón Bolívar, quedó de segunda, tengo el diploma, un diploma todo bonito.


Edwin López: ¿Quién fue el primero?


Ricardo de los Ríos: Alguien que hizo un estudio sobre el río Bogotá, una crónica periodística sobre lo degenerado que estaba el río Bogotá, creo que fue eso, no me acuerdo. Pero por un puntico no fue. Yo la había mandado a La Patria y en esos días me fui para República Dominicana, y desde allá mandaba los escritos y mandaba instrucciones, porque yo me metí mucho también en el diseño, fue algo realmente muy agradable. Y después llegaron los cien años de Caldas en el 2005, y en ese año yo sí estuve de moda. Eso me dice Pedro Felipe Hoyos y mis amigos de allá, dicen que realmente el escritor de los cien años de Caldas fui yo, porque presenté una conferencia muy buena y original en la Asamblea de Caldas que se llamó «Los Gutiérrez Arango y el poder».


Edwin López: ¿Los tres gobernadores?


Ricardo de los Ríos: Sí, y toda la familia, porque ellos tuvieron control de Caldas desde 1905 hasta 1930. Fue control a muerte.


Cristian Cardona: El enfoque que le estamos dando a la importancia que tienen los historiadores a nivel local y dentro del oficio que usted tiene, que nos ha contado de historiador de archivar y todo eso, ¿cuál creé usted que es la importancia que tiene la historia regional, no solo en el ámbito académico, sino también en el social y político para entender el territorio?


Ricardo de los Ríos: Pues hombre, hay una frase que le achacan al gran pintor Joan Miró, recuerdan que es un pintor postimpresionista de principio de siglo que pintaba muy raro, unos muñeco muy lindos y raros. A él le achacan la frase que realmente es muy buena: Nada hay más universal que una historia parroquial, es una radiografía. Es que la historia universal es tan grande, tan compleja, y entonces de pronto, primero nosotros somos regionalistas por naturaleza, nosotros estamos enamorados de nuestras tierras. Y los resultados que se están viendo nos están dando razón de que era un amor que valía la pena, porque ahora resulta que nuestra tierra está muy cotizada, muy valorada, el paisaje cultural cafetero y sobre todo una de las cosas que a mí me preocupaba era una especie de complejo que se había creado en la región de Caldas, cuando digo Caldas hablamos del Eje Cafetero, que Caldas fue muy importante por allá en el año 50, 50 y pico, muy importante, el tercer departamento del país. Recuerden que cuando había cambio de ministros siempre salían dos o tres caldenses, siempre. Por eso fue, como lo demuestro yo con hechos válidos que Antioquia y Valle fueron de los que más pujaron para la partición de Caldas, acá lo tengo bien demostradito, porque había que quitarle poder a Caldas. Valle pudo ser el tercer departamento de Colombia, solo cuando Caldas se desintegró. Entonces los políticos vallunos y antioqueños siempre votaron a favor de Risaralda y Quindío, siempre de siempre. Había que desmontar a Caldas, algo muy válido, muy explicable.


Entonces, en nuestra región con esa partición, con el inicial fracaso de la partición como dijo en una estupenda conferencia Jaime Montoya Ferrer, ahora en la sesión extraordinaria de la academia del 30 de agosto pasado. Dio una conferencia Jaime formidable, y mostró como a Risaralda la tenían bien orientada y sabían para dónde iban los empresarios y los dirigentes cívicos, tenían todo planeado. Los famosos discursos del Dr. Guillermo Ángel Ramírez, los famosos 19 puntos que iban a ser el departamento de Risaralda. Todo eran unas metas claras que integraban a los municipios, que integraban toda la economía regional, era una cosa en grande lo que se quería. Pero en ese tejemaneje de la partición y por asunto de la milimetría política, los políticos terminaron siendo predominantes sobre los empresarios y los inteligentes, y terminaron quedándose con todo. Y, por eso, mirado así, Risaralda, Caldas y Quindío no alcanzaron a cumplir nada de lo que prometieron, y la realidad de ahora lo demuestra. Desarrollaron a Pereira y Armenia, pero no se vio tanto en los municipios. Si los municipios hubieran seguido con Caldas estarían o igual a como están ahora, o de pronto, mejor. Porque realmente Pereira y Armenia hicieron un esfuerzo inaudito, pero por ellas como ciudades. Como nos dijo el Dr. Guillermo Ángel Ramírez, en una entrevista cuando Risaralda cumplió 38 años, le hicimos Emilio Gutiérrez y yo en la Remigio (Emisora Cultural de Pereira) una tertulia muy buena, y acosándolo y acosándolo con preguntas ¿Por qué primero 20 municipios y después 17 y después 15? Eso que yo cuento de los mapitas. Terminó diciendo, dijo prácticamente, no lo dijo tan expreso: «A nosotros nos interesaba era Pereira, porque así hubiera sido Pereira, Arabia y Altagracia, pero habríamos sido departamento», eso está escrito. Y él era el intelectual de la junta. El intelectual ahí fue Guillermo Ángel Ramírez, y lo dijo.


Así que vuelvo al punto, que la región quedó con una especie de complejo, empezó a acomplejarse; después de haber sido el tercer departamento del país, pasar a ser séptimo, octavo, noveno, por allá todo coincidió con bajones del café. La región desarrolló un complejo de inferioridad. Entonces por eso una de las cosas que empezamos a pujar algunos era, en la Academia de Caldas, en la Academia de Pereira, que se había fundado como en el 2000, en el Centro de Estudios de Manizales. Era un movimiento para encontrar lo valiosa e importante que es la historia regional, entonces ahí está la respuesta tuya. Lo planteamos de manera inconsciente, por un grupo de personas, como una necesidad para recuperar la confianza de la región en ella misma. Es importante. Cuando yo publiqué mi libro, cuando lo publicó Caldas, en la presentación del libro, en la presentación mía insistía en eso, que Caldas, que estaba en un mal momento, era el momento de que mirara bien su historia para que viera lo valiosa y lo rica. Porque también eso coincidió con la época del ataque de los antioqueños contra la colonización, porque todo el mundo se fue contra la colonización. Que la leyenda rosa, que la leyenda negra, que eso no era tal, que eso eran mentiras. José Fernando Campo, un manizaleño eminente, que sacó ese libro Dominio de clase en la ciudad colombiana, era un ataque masivo a todo el mundo. Empezaron una serie de intelectuales de todas partes a atacar, yo tengo precisamente un tema previsto, y creo llevarlo no sé cuándo o a qué congreso, ojalá tenga tiempo. Tiene un nombre muy raro, se llama «La leyenda negra de la leyenda rosa de la colonización antioqueña». Porque es una leyenda negra, ¿te acuerdas qué es una leyenda negra? Los ingleses en su pelea clásica con España empezaron a quitarle méritos a Colón, a la expedición, metieron a los Vikingos, que no habían descubierto nada. Fueron como veinte años que estuvieron todos los historiadores ingleses ataque y ataque el descubrimiento de América y las hazañas y la colonia y que fue casualidad todo eso. Eso se llama la leyenda negra de Colón.


Entonces aquí también sobre la leyenda rosa, esa es una palabrita que inventaron para decir que nosotros no hacíamos sino hablar y alagar y cantarle honores a los colonos y los titanes de la raza y todo, que eso es verdad, pero muchos se volvieron fue una leyenda negra, se volvieron fue un arma para desvirtuar a la región, para quitarle peso. Por eso yo tengo, y tengo ya un mundo de fichitas por ahí hechas. Mostrar que muchos y algunos, por ejemplo, alguien importante como Vicente Fernán Arango, que ha hecho esos trabajos tan buenos sobre la colonización.


Regreso nuevamente al punto. Entonces de manera inconsciente Albeiro fue vital en eso; Luisa Fernanda Giraldo, la vicerrectora de la Universidad que fue la segunda en el concurso, el marido de ella que es Vallecilla, que tiene ese estudio de la economía cafetera que es un monstruo, es para estadígrafos no más, pero es un monstruo esa investigación. Es mucho libro. Y Luisa Fernanda tiene otros de industrialización, que también son muy buenos, de Caldas, con base al café. Y salieron Vicente Fernán con unos cuatro libros y Hoyos Körbel con unos dos o tres, entonces y aquí en Pereira coincidió con el sacudón de recuperar los clásicos pereiranos que lo hicimos en la Academia en los años 2003, 2006, que recuperamos los doce clásicos sobre historia regional. En Armenia ya estaba Jaime Lopera insistiendo en los mismo. Empezó una especie de movimiento. Vamos a fortalecernos en la historia regional y ahí fue donde apareció un Sebastián Martínez, sobre todo Sebastián que desde estudiante empezó a puyar sobre historia regional ya desde un sitio absolutamente académico e importante, y en esos días vino aquí a Pereira como profesor de educación Álvaro Acevedo Tarazona, que es un monstruo para trabajar.


Ahí ya estamos en esta época, rematando la historia. Cuando yo me jubilé después de 45 años de ejercicio como electricista, porque me tocó en todo Colombia, de una carrera me toca decir exitosa. Yo digo que la historia para mí era como la moza, era la moza, porque solo podía verme con ella a las diez de la noche, en mi pieza y bien cansado. En una pieza de campamento a las diez de la noche y bien cansado. Pero entonces la historia yo siempre la amé. Y cuando supe casualmente, cuando me jubilé y me vine para acá para la casa, y estaba viendo, qué dicha, nunca me había pasado por la cabeza una maestría. Yo decía, no, yo soy ingeniero, cómo voy a empatar yo ahí, a pesar de gustarme tanto e investigué y mis contactos y cierta imagen, porque casi todos los que yo he leído y las cosas que yo produzco caen bien, pues soy un escritor fácil y de fácil lectura. Entonces cuando alguien me dijo: «Oiga, hay maestría en historia en la Tecnológica (UTP)». Y yo dije: «Sí, qué rico. Pero yo no tengo pregrado en historia». Y me dijo: «Pero no, es que no lo están pidiendo». Ahí si fue que yo llamé. Yo no conocía a John Jaime, sabía que él existía y había leído algo de él, pero no lo conocía, pero a Sebastián sí, porque desde que él estaba estudiando estuvo muy ligado a la academia. Entonces llamé a Sebastián porque tengo el teléfono de él y le puse un correo y Sebastián ahí mismo dijo sí, es interesante. Subí a la facultad y conocí a John Jaime, por cierto, me halagó mucho, porque me hizo muchos honores. Me dijo: «Es que cuando nosotros estudiamos en Medellín, usted era una de las referencias de historia regional. Cuando este Luis Javier Ortiz y Almario García siempre lo tienen como referencia, y la teoría de ellos sobre Caldas de los cinco países es ampliada de una teoría suya, y en los libros —yo ni sabía eso— lo referencian y hablan muy bien». Ahí mismo John Jaime ayudó y entré a la maestría. Y estoy en la maestría feliz, porque estoy haciendo historia. Voy a hacer historia política, logré conseguirme a Cesar Augusto Ayala de director de tesis.




1 Licenciado en Etnoeducación y Desarrollo Comunitario y estudiante de Maestría en Historia de la Universidad Tecnológica de Pereira.


2 Licenciado en Etnoeducación y Desarrollo Comunitario de la Universidad Tecnológica de Pereira y estudiante de Maestría en Enseñanza de la Historia de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo, México.