HISTORIOGRAFÍA Y TEORÍA POLÍTICA
DOI: https://doi.org/10.22517/25392662.25664 - pp 138-158
Los corresponsales extranjeros en Madrid durante la Guerra Civil: dinámicas e identidades
Foreign Correspondents in Madrid's Civil War: Dynamics and Identities
Recibido: 30/08/2024
Aceptado: 25/11/2024
Publicado: 31/12/2024
Resumen
El comienzo de la Guerra Civil atrajo el interés mediático internacional. En un momento de fuertes tensiones entre fascismo y comunismo, muchos vieron el inicio del conflicto español como un campo de experimentación para un enfrentamiento de dimensiones mayores. Por este motivo, los principales medios internacionales enviaron a Madrid sus corresponsales más renombrados. Hemingway, Herbert, Matthews, Sefton Delmer, John Dos Passos o Mijail Kolstov fueron algunos de los corresponsales que estuvieron en España en este periodo. También encontramos corresponsales latinoamericanos en el conflicto como Binns o Cano Reyes y figuras femeninas como la mexicano-estadounidense Anita Brenner, que escribió numerosas crónicas desde España para Estados Unidos. En este artículo se pretende trazar un recorrido por la dinámica de trabajo que siguieron los corresponsales que estuvieron en Madrid desde julio de 1936 hasta abril de 1939. De este modo, se trata de comprender cómo las informaciones que salieron de la capital pasaron el filtro de censura y terminaron estableciendo unos parámetros mediatizados de la realidad española.
Palabras clave: Guerra Civil, corresponsales extranjeros, prensa, violencia, censura.
Abstract
The outbreak of the Spanish Civil War captivated the international media's attention. At a time of heightened tensions between fascism and communism, many saw the Spanish conflict as a testing ground for a larger confrontation. As a result, major international media outlets sent their most renowned correspondents to Madrid. Hemingway, Herbert Matthews, Sefton Delmer, John Dos Passos, Mikhail Koltsov, and others were among the correspondents stationed in Spain during this period. Latin American correspondents such as Binns and Cano Reyes, as well as female figures like the Mexican American Anita Brenner, who wrote numerous chronicles from Spain for the United States, were also present. This article aims to trace the working dynamics of these correspondents in Madrid from July 1936 to April 1939. In doing so, it seeks to understand how the information that emerged from the capital passed through censorship filters and ultimately established mediated parameters of the Spanish reality.
Keywords: Civil War, foreign correspondents, press, violence, censorship.
Introducción, objetivos y metodología
En julio de 1936 se editaban en Madrid dieciséis diarios. La prensa era el medio de comunicación por excelencia y estaba técnicamente modernizada. La radio llevaba más de un lustro entre los españoles, aunque desconocía todavía la enorme influencia propagandística que llegaría a tener en esos años. El teléfono había sustituido a las informaciones por cable y las rotativas permitían publicar fotografías, incluso a color. ABC, el de mayor circulación, tenía corresponsales en Roma, Londres, Berlín; Heraldo de Madrid también en París o San Petersburgo y La Libertad en Washington y Nueva York1. Los niveles de analfabetismo eran altos pero la gente demandaba información y quería estar al tanto de lo que ocurría en la Italia de Benito Mussolini, en la Unión Soviética o las andanzas de Eduardo VIII en Inglaterra.
En España, desde la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, el país vivía en una situación de inestabilidad social y política en la que el Gobierno republicano parecía incapaz de frenar el clima de violencia que se respiraba. Cuando en la madrugada del 12 de julio empezaron a llegar los primeros rumores sobre el asesinato del líder monárquico José Calvo Sotelo, el ritmo de trabajo en las redacciones se aceleró. El 17 de julio, apenas cinco días después del crimen, Franco se levantaba en Melilla y dos días después, comenzaba la Guerra Civil.
Desde ese momento España se convirtió en el centro de la noticia. ¿Era la antesala de una Guerra Mundial?, ¿se estaba enfrentando el fascismo contra el comunismo?, ¿quedaba algo de la democracia republicana?, ¿eran los militares como Franco, Mola o Yagüe un grupo de «africanistas» dispuestos a teñir de sangre la tierra española? A partir de julio de 1936, España pasó a ser el campo de batalla de las ideologías que marcaron el siglo XX: hasta entonces ningún asunto del extranjero había impactado tanto a la opinión pública internacional como la Guerra Civil Española. El 27 de julio de 1936, el corresponsal del News Chronicle, Jay Allen entrevistó en exclusiva a Franco en un texto que se publicó dos días después en este diario londinense. Para un mundo polarizado entre la utopía comunista y el fervor expansionista del nacionalsocialismo, la guerra de España se presentaba como algo más que un simple fracaso de las democracias liberales.
Todos los grandes periódicos y agencias europeas o americanas enviaron corresponsales. Algunos lo hicieron de manera permanente y otros de modo temporal en lo que, hoy en día, denominaríamos «enviados especiales». Algunos órganos de prensa querían reforzar su identidad política con los textos que iban a recibir desde España, mientras que otros buscaban, además de una maleta ideológica antagónica, informar de las tensiones que se dirimían en la península y amenazaban Europa.
Ciertos diarios, los económicamente más solventes, pudieron financiar corresponsales en ambos bandos contendientes; pero otros, por distintas razones, apenas en una de las zonas. Además, los países totalitarios como Rusia o Alemania solo disponían de corresponsales en un territorio de la contienda, mientras que EE. UU., Inglaterra o Francia pudieron informar desde los dos lados de las trincheras. También encontramos corresponsales latinoamericanos en el conflicto como Binns o Cano Reyes y figuras femeninas como la mexicano-estadounidense Anita Brenner, quien ya estaba en España antes del inicio de la guerra y que escribió numerosas crónicas para la prensa que se publicaba en el estado de San José, Estados Unidos.
Las agencias de noticias querían también crónicas de interés que describiesen la situación que se estaba viviendo en España: United Press, Reuters, Havas, entre otros, y los periódicos del mundo entero se dispusieron a enviar corresponsales a Madrid para conocer de primera mano la realidad en la península. L´Humanité, Times, The Herald Tribune o The Week, mandaron reporteros de sus redacciones o contrataron los servicios de periodistas reconocidos. Pravda, el órgano oficial del gobierno ruso, quiso también tener sus propias fuentes en la capital.
Para este artículo nos hemos basado en las fuentes periodísticas localizadas en el Hemeroteca Nacional de la Biblioteca Nacional; en el portal digital Gallica, de la Biblioteca Nacional de Francia, además de los fondos digitalizados que se conservan en la British Newspaper Library. Se ha acotado la búsqueda al periodo circunscrito a la Guerra Civil y preferentemente a las informaciones que salieron de Madrid, aunque muchos de los informadores que cubrieron la guerra desde la capital también se desplazaron a otros puntos de la península como las batallas del Ebro o Teruel.
Se ha recurrido a una sucinta revisión de la amplia bibliografía que existe sobre el desarrollo del conflicto en relación con los mecanismos de censura que se establecieron en la zona frentepopulista. Los trabajos específicos que existen sobre la presencia de reporteros en España en estos años como los de Armero (1976), Arasa (2016), Aupi (2017) o Preston (2017) han resultado de importancia principal como fuente para contrastar las informaciones que se presentan en este trabajo.
Además, los propios libros publicados por los protagonistas en ese tiempo son material relevante para conocer su vida en España. Es el caso de Matthews (1971), la edición de las crónicas de Delaprée realizada por el hispanista Martin Minchom, bajo el título Morir en Madrid (2013) o la recopilación del profesor William B. Watson de treinta crónicas enviadas por Hemingway en versión original antes de que estas fuesen modificadas en las redacciones de los periódicos de destino en los Estados Unidos. Se editaron por The Hemingway Review de la Ohio Northern University y pueden consultarse en abierto2. Aunque con formato novelado, no pueden dejar de mencionarse los testimonios legados por Arturo Barea en La Forja de un rebelde y el libro de Amanda Vaill, Hotel Florida (2020).
1. Prensa y censura: la batalla de Madrid, el paraíso de los corresponsales
Los primeros días de la Guerra fueron de desconcierto para los periódicos más importantes de la capital española. La decisión republicana de armar a las milicias de los partidos y a las organizaciones obreras, creó una situación de violencia incontrolada puesto que las milicias llegaron a actuar de forma indiscriminada3. Se incautó toda la prensa que no simpatizaba con los intereses del Frente Popular y en esos mismos talleres y con la misma cabecera, se empezaron a tirar diarios de ideología izquierdista.
El monárquico ABC pasó a convertirse en un órgano republicano que abría su edición con un sorprendente: ¡Viva la República!, Informaciones –propiedad del financiero Juan March- se transformó en un periódico controlado por el PSOE y Ahora, el más exitoso de los diarios gráficos, iba a convertirse en el órgano oficial de las Juventudes Socialistas Unificadas. En los talleres de el católico El Debate se editó Mundo Obrero y Política. Otros ni siquiera pudieron reaparecer como es el caso del aristocrático La Época4.
En los primeros días tras el golpe militar, los mecanismos garantes de la legalidad del poder público desaparecieron: salieron a la luz odios, venganzas, paseos y rencillas que el gabinete del socialista José Giral, formado el 20 de julio de 1936, parecía incapaz de dominar. Las noticias que llegaban de Andalucía, Navarra y Galicia no eran buenas para la República. Franco acababa de cruzar el estrecho con parte del Ejército de África, Sevilla se había convertido en el feudo de Queipo de Llano y las columnas de Yagüe avanzaban desde Extremadura.
San Sebastián estaba en manos de los nacionales, la fuerza del Requeté carlista parecía imparable en Navarra y Galicia. Burgos, León y Salamanca celebraban el éxito de la sublevación. En toda la prensa se estableció la censura previa y las informaciones políticas y civiles sobre la Guerra, quedaron subordinadas a las directrices del Ministerio de Gobernación. De las informaciones de ámbito militar y así como del curso que estaba tomando la guerra empezó a encargarse el Ministerio de Guerra, aunque la descoordinación entre los diferentes organismos ministeriales afloró desde el primer momento como una muestra más de las rivalidades entre las fuerzas de gobierno.
Los diarios tenían que mandar sus pruebas (galeradas) al gabinete que se ocupaba de la censura antes de comenzar el reparto de los ejemplares. Además, estaba el control de los Comités Obreros, las directrices de los correspondientes delegados políticos del Partido Comunista y las restricciones del Gobierno Autonómico, en Cataluña. El caos era de tal magnitud en Barcelona que algunos corresponsales lograron burlar la censura y publicar crónicas sobre las violencias anarquistas que empezaban a cometerse: es el caso de Lawrence A. Fernsworth, corresponsal del New York Times en Cataluña5. En Barcelona sorprendió el inicio de la Guerra a Burnett Bolloten, quien en esos meses desempeñaba sus tareas como corresponsal de la United Press. Es el autor de la obra Revolución y Contrarrevolución en España, uno de los libros más completos de la revolución española en la zona republicana.
En esas primeras semanas de guerra, el caos informativo era absoluto. Las autoridades republicanas detuvieron a algunos corresponsales que no se ajustaban a las políticas de propaganda dispuestas por el Frente Popular, como al reportero inglés Roland Winn, que pasó unos días en la cárcel.
Julio Álvarez del Vayo decidió tratar de poner fin a este desgobierno informativo nombrando al periodista Luis Rubio Hidalgo como jefe de la Oficina de Prensa Extranjera y Propaganda, encargada de controlar las informaciones que salían de Madrid6. La sede se estableció en el edificio que tenía la Telefónica en la madrileña, calle de la Gran Vía, que con sus trece plantas era en esos días el más alto de la capital. En uno de esos pisos estaban las oficinas principales de la American International Telephone and Teleghraph Company (ITT). Para poder revisar todas las informaciones que se enviaban fuera de España, se creó un cuerpo especial en el que si se quería entrar a trabajar como censor había que dominar diferentes idiomas, además de mostrar identidad ideológica con la causa de la República.
En los primeros días de Guerra, Madrid parecía inexpugnable. Sin embargo, apenas tres meses después de que las autoridades republicanas se decidiesen a reconocer el estado de Guerra, las tropas nacionales llegaron a las puertas de la capital. El avance de las tropas de Emilio Mola era imparable y desde el 13 de octubre de 1936, dieciséis días después de la toma del Alcázar de Toledo por las tropas nacionales, empezaron los bombardeos sobre Madrid. Una semana más tarde, el Hospital Clínico y Ciudad Universitaria se convertían en el nuevo campo de batalla: había comenzado el asedio sobre Madrid.
Por Decreto del Ministerio de Guerra del 28 de octubre de 1936, los jefes de Estado Mayor, de la Comandancia Militar, de columna, así como su personal subordinado solo podrían mostrar las informaciones de los partes reglamentarios de la guerra y se prohibía a los militares, cualquiera que fuese su graduación, facilitar informes sobre las operaciones que se estaban siguiendo en el frente7. Mientras tanto, la República esperaba la llegada de refuerzos internacionales.
Cuando comenzó la Guerra Civil algunos periódicos extranjeros tenían ya corresponsales en España. Es el caso de Henry Buckley, corresponsal en The Daily Telegraph desde 1929. Tenía fama de ser uno de los periodistas que disponía de mejor información, ya que llevaba años ejerciendo la profesión en España y conocía de primera mano la realidad del país, además de las complejidades políticas y sociales de la década8.
En Madrid también vivía Willian P. Cartney, corresponsal fijo del New York Times, simpatizante del conservadurismo desde la Revolución de 1934 y católico militante. Durante la guerra trabajó en zona nacional y a su pluma se deben muchas de las crónicas sobre la represión republicana9.
También estaba en España Jay Allen, quien ya había escrito informaciones sobre octubre de 1934 en Asturias para su periódico y que redactó artículos no exentos de polémica sobre la toma de Badajoz por parte de las fuerzas nacionales. Tras su exitosa entrevista a Franco, el 3 de octubre de 1936, Allen, vigilado por miembros de la milicia, consiguió entrevistar a José Antonio Primo de Rivera, detenido en un penal de Alicante desde el 14 de marzo10.
La agencia francesa Havas tenía sedes en Madrid y Barcelona y corresponsales en prácticamente todas las ciudades poblacionalmente importantes de España. Pero el inicio de la guerra atrajo hacia España la atención del mundo entero. El corresponsal de Pravda, Mijail Koltsov, considerado como el agente de Stalin en España, aterrizó en Madrid a los pocos días de dar comienzo la Guerra Civil11.
Con la aproximación de las tropas nacionales a la capital, la llegada de reporteros extranjeros a Madrid se hizo más intensa: Hemingway, Herbert Matthews, Sefton Delmer, John Dos Passos y O.D Gallagher fueron algunas de las plumas que trabajaron como corresponsales en España entre 1936 y 193912. Junto a los corresponsales extranjeros también lo hicieron fotógrafos y cineastas, conocidos como «cameramen».
A finales de agosto de 1936, llegó a Madrid procedente de Barcelona, un todavía desconocido Robert Capa, al que se le unió su pareja, Gerda Taro, joven de origen polaco que debutaba en España con el semanario comunista Ce-Soir13. Las fotografías de la Guerra Civil iban en adelante a llenar las revistas ilustradas más importantes de todo el mundo. Desde entonces, el fotoperiodismo adquirió en España un potencial distinto14. Reporteros gráficos como David Seymour –Chim–, Kati Horna, Alberto Schommer Koch, Hans Namuth, Walter Reuter, Hans Gutmann, Georg Reisner o Roman Karmen, generalmente menos citados en la literatura académica, también cubrieron la guerra de España. Desde entonces va a iniciarse un periodo en el que el «reportero gráfico» informa al ciudadano con las fotografías captadas añadiendo información a la crónica escrita por el corresponsal15.
Al poco de comenzar la batalla de Madrid, había cerca de 150 corresponsales extranjeros en la capital: la mayoría llegó cuando corrió la voz de que los nacionales se acercaban. A partir de ese momento, la presencia de corresponsales extranjeros se hizo más numerosa. Capa, pseudónimo del fotógrafo húngaro André Friedmann, llegó como reportero gráfico del semanario de simpatías ideológicas comunistas Regards. Tenía poco más de veinte años y en su hombro colgaba una cámara Leica. Ese mes de septiembre, Capa disparó en el pueblecito cordobés de Espejo, la que sería una de las fotos más famosas del mundo: «Muerte de un miliciano », publicada el 23 de septiembre en el semanario francés Vu.
En septiembre de 1936, también llegaron a Madrid Roman Karmen y Boris Makaseiev, corresponsales de la productora que hacía los noticiarios soviéticos oficiales Soiuzkinokronika. Con las imágenes y materiales que grabaron, se editó en Moscú una colección de veintidós números de noticiario que titularon Ksobitjan V Ispanii 1936-37 (Los hechos de España 1936-37).
El neoyorquino Herbert Matthews, quien con el paso de los años terminaría convertido en uno de los más consolidados corresponsales de guerra de todos los tiempos, llegó a Madrid en octubre como corresponsal de New York Times. Su anterior destino había sido la guerra de Etiopía, donde había mostrado simpatías hacia las tropas de Mussolini convencido de que habían entrado en Abisinia para su modernización. Pero durante el conflicto de España cambió su perspectiva política y terminó simpatizando con la causa republicana. Él fue el primero en referirse a la Guerra Civil de España como «guerra mundial en miniatura»16.
Todos estos corresponsales extranjeros llegaron a Madrid cuando las calles estaban inundadas de barricadas hechas con adoquines y coches decorados con siglas o consignas de milicianos. Se había decretado el «toque de queda» para que ningún madrileño pudiese salir de sus casas más tarde de las once de la noche17. En esos días ya habían empezado los enfrentamientos en Guadarrama y también en Talavera de la Reina, a unos ciento veinte kilómetros al sudoeste de Madrid, donde las tropas republicanas intentaban detener el avance nacional hacia la capital. Pero el frente de batalla, donde se tiraban las balas, se había declarado zona no autorizada para los corresponsales extranjeros.
Arturo Barea, un aspirante a novelista que había trabajado en el registro de patentes y simpatizaba con el Partido Socialista, en octubre de 1936 entró a formar parte de la Oficina de Prensa Extranjera y Propaganda, dependiente del Ministerio de Estado, cuando las tropas nacionales estaban cerca de Madrid. En el tercer libro de su trilogía La Forja de un rebelde, La Llama, expone muchos detalles sobre la vida de los corresponsales durante la guerra. Era censor y su trabajo consistía en revisar y autorizar las crónicas de los periodistas extranjeros antes de que las enviaran a sus periódicos. Su turno era de noche, en horario de 8 a 12 de la mañana, por lo que cobraba un sueldo de 400 pesetas18. Con Barea empezó a trabajar Ilsa Kulcsar, una joven austriaca afín al socialismo que dominaba varios idiomas: francés, alemán, húngaro e inglés, ya que este era un requisito prioritario para este empleo. Aunque el idioma que hablaban entre los periodistas era el francés.
Para poder trabajar y circular libremente por Madrid y acercarse al frente, los corresponsales debían conseguir el correspondiente carné de prensa que les acreditaba como informadores con la fecha de entrada a la ciudad y lugar de residencia, sellado. Era la propia Oficina de Prensa y Propaganda la que se ocupaba de tramitar las autorizaciones y entregar los permisos. Los reporteros disponían de un espacio propio en el cuarto piso del edificio de Telefónica donde escribían las informaciones por duplicado para después enviarlas al censor. Las escribían primero manualmente, pero en muchos casos eran ilegibles, por lo que se dio indicaciones a los periodistas para que las redactasen en las máquinas. Una de las copias era devuelta al corresponsal sellada y visada, mientras que la otra se enviaba a la sala de conferencias con un ordenanza.
Cuando las informaciones ya estaban en las salas que se habilitaban para las conferencias, el corresponsal leía su despacho a través del teléfono, mientras que un censor que estaba junto a él con unos auriculares podía escuchar la conversación en ambos sentidos. El censor disponía de un conmutador con el que podía cortar inmediatamente la conferencia si durante el transcurso de esta se producían comentarios contrarios al interés de la República, o si el corresponsal modificaba la redacción que le habían autorizado. «Si la transmisión se iba a efectuar por telégrafo o radio, un ciclista llevaba la copia censurada a «Transradio»19. Pero el envío de crónicas por cable era muy caro: costaba cerca de 500 dólares de entonces. Los editores de sus diarios les decían que no los enviasen así. Pero conforme las directrices de los censores se hicieron más estrictas y la autoridad militar impidió a los corresponsales proporcionar información sensible sobre objetivos bélicos, algunos periodistas tuvieron que valerse de las valijas diplomáticas de sus legaciones para poder pasar los artículos y burlar la censura. Aunque esta no fue la única estrategia que siguieron; siempre que podían, pasaban la frontera a Francia y mandaban los despachos desde allí20. Pero cada día que pasaba se hacía más complicado atravesar la península y, sobre todo, conseguir los salvoconductos correspondientes.
En esas semanas de guerra, todavía era posible salir de la zona republicana y adentrarse en las filas nacionales. Los límites estaban todavía difusos y la situación en la sierra norte resultaba confusa. El 26 de octubre de 1936, el corresponsal Dennis Weaver, que trabajaba para el News Chronicle y el canadiense James M. Minifie, contratado por New York Herald Tribune, salieron de Madrid en un coche proporcionado por el servicio de prensa republicano con intención de recorrer el frente. El coche lo conducía un chófer e iban acompañados por una especie de vigilante que actuaba como agente de las milicias. En el trayecto entre El Escorial y Aranjuez, las tropas marroquíes les hicieron parar a la altura de la localidad de Seseña ya que habían pasado la línea. Ambos corresponsales fueron trasladados al cuartel del general Varela, donde también estaba el corresponsal Henry T. Gorrell de la agencia United Press, que había sido retenido en condiciones parecidas21. Pese a que su documentación estaba en regla, pensaron que podía tratarse de espías republicanos y los llevaron a Salamanca para que Franco y Luis Bolín —responsable de los corresponsales extranjeros en la administración nacional— tomasen una decisión en el conflicto. Tras pasar unos días bajo vigilancia, expulsaron a los tres corresponsales a Francia.
El 6 de noviembre de 1936, el Gobierno de la República se trasladó a Valencia para refugiarse en la retaguardia. Madrid quedaba a cargo de una Junta de Defensa encargada de resistir la ofensiva de las tropas nacionales22. Al mando de este organismo se encontraba el general Miaja. La Oficina de Prensa y Propaganda pasaba a depender de la autoridad militar, conocida como Comisariado de Guerra, en la que ejercía una influencia considerable el corresponsal del soviético Pravda, Mijail Koltsov. Con mucha influencia en los círculos políticos prorrusos, se trataba de un periodista de origen judío que había tomado parte en la Revolución Bolchevique de 1917 y llegó a ser el informador más conocido de la URSS23.
Arturo Barea no abandonó Madrid y continuó trabajando como censor en el edificio de Telefónica de Gran Vía. Pero los choques entre los mandos militares de Madrid y el Departamento de Prensa y Censura del Ministerio de Asuntos Exteriores, que Rubio Hidalgo manejaba desde Valencia, empezaron a mostrar sus desavenencias: era una muestra de las luchas por el poder que se vivían en el seno del Frente Popular, fragmentado entre socialistas, comunistas, poumistas y anarquistas24.
Algunos corresponsales extranjeros decidieron seguir al Gobierno a Valencia, aunque otros como Geoffrey Cox, que trabajaba para el diario liberal británico News Chronicle y Henry Buckley, contratado por Daily Telegraph, decidieron quedarse en Madrid25. Pero ese otoño, en parte gracias a la llegada de las Brigadas Internacionales, Madrid consiguió resistir la ofensiva nacional. Esto permitió que los corresponsales lograran fotografías o informaciones directas de los combates, podían coger un tranvía que les acercaba hasta Ciudad Universitaria o el Parque del Oeste, muy cerca del frente.
2. La vida de los corresponsales en Madrid: ¿del Florida al frente?
Muchos de los periodistas extranjeros que llegaron a Madrid en el otoño de 1936 se alojaron en el Hotel Florida. Estaba en la calle Gran Vía, justo en la esquina con la plaza de Callao y muy próximo al edificio de Telefónica, lo que facilitaba sus desplazamientos26. Se había inaugurado en 1924 y hasta el comienzo de la guerra era el preferido por familias y hombres de negocios que viajaban a la capital: un edificio de diez plantas, doscientas habitaciones con baño, agua caliente, teléfono y ascensor. Aquí se alojaron Mijail Koltsov, Matthews, Capa y Gerda Taro, Sefton Tom Delmer, corresponsal de The Daily Express, y lo harán Ernest Hemingway y John Dos Passos.
En el Florida también estuvo el aviador francés Saint-Exupéry, quien había sido enviado por el Paris-Soir con un contrato cercano a los 80.000 francos para escribir diez reportajes sobre la guerra, aunque terminó enviando solo tres. Él mismo pilotó su avión hasta Valencia y de ahí viajó en coche hasta Madrid donde se le extendió el carné, con fecha de 19 de abril de 1937. En el hotel se alojó también Errol Flynn, quien visitó la capital española para entregar un cheque recaudado por actores americanos de Hollywood con el fin de comprar ambulancias y medicamentos a favor de la causa republicana27.
Era un grupo variopinto e idealista que en la mayoría de los casos puso su pluma al servicio de la causa republicana en la creencia de que representaba los ideales democráticos. También estaban en el Florida, algunos Brigadistas Internacionales que desde su llegada en el mes de noviembre de 36 defendían Madrid del avance nacional. Algunas habitaciones las ocupaban pilotos de la escuadrilla España de André Malraux28.
El Hotel Florida estaba próximo a la línea de fuego y en ocasiones recibió el impacto de la artillería. Por eso las habitaciones que daban a Callao, las exteriores, tenían un precio más bajo que las interiores que, aunque resultaban más oscuras, ofrecían mayor seguridad. En la madrugada del 22 de abril de 1937, dos bombas impactaron en el hotel. Los corresponsales salieron de sus habitaciones y corrieron hacia las escaleras esperando aterrorizados en el hall. Entonces dicen que Hemingway comentó: «Tengo una gran confianza en el Florida»29. Este resistió. El Florida estaba cerca del frente, aunque cuando los bombardeos sobre la capital se hicieron intensos, la zona se hizo peligrosa y quedaron expuestos a los tiros y a las bombas que lanzaba la aviación nacional.
Otros corresponsales se alojaron en el Hotel Victoria y también en el Hotel Gran Vía, menos popular, pero con una estupenda cantina en el sótano, con la entrada vigilada y a la que sólo se podía acceder con el pase reglamentario. Los corresponsales solo tenían que cruzar los escasos metros que los separaban del edificio de Telefónica para enviar sus crónicas. Muchos de estos reporteros se acercaban al frente, a los edificios cercanos al Parque del Oeste, al barrio de Argüelles o a la carretera de La Coruña para conseguir información. A veces lo hacían en camiones cedidos por las propias autoridades de la República, en camionetas con milicianos o incluso en coches incautados por los anarquistas y que utilizaban para acercar a los periodistas a las trincheras.
Lo cierto es que las restricciones para aproximarse al frente eran cada día más firmes y limitaban la capacidad de los corresponsales para informar. Cuando regresaban recorrían los bares más bulliciosos de la Gran Vía: el Miami, donde todavía podía escucharse la mejor música de jazz; el café Molineros; el Aquarium y, sobre todo, el popular Chicote. Idealistas y aventureros, pensaban aún en una cercana victoria republicana. Confiaban en que sus crónicas animarían a los gobernantes de sus países de origen, Estados Unidos, Inglaterra o Francia, a intervenir militarmente y cambiar la política de no intervención30.
Times de Londres apoyaba la política de no intervención del Gobierno británico y se mostraba partidario del entendimiento con Alemania. Sin embargo, sus corresponsales mantuvieron algo de independencia en sus criterios: George Steer en la zona republicana o Kim Philby en la franquista, luego espía en la Guerra Fría fingió ser un servidor de la causa alemana, pero era un espía ruso31. Sin embargo, la influencia estalinista era cada día más fuerte y en plena política de apaciguamiento con los intereses expansionistas de Hitler, parecía una idea poco conveniente.
En las primeras semanas de presencia de las Brigadas Internacionales en España se prohibió a los corresponsales informar sobre ellas, aunque con el paso de los días la restricción se fue relajando. Tras el éxito de la publicación en la prensa internacional de «Muerte de un miliciano» a finales de noviembre de 1936, Capa regresó a Madrid para formar parte de las patrullas de inspección de la Brigada del comandante Pavol Lukács, pseudónimo del novelista Máte Zalka, en la ribera oriental del río Manzanares y ante los rumores de que las tropas de África habían conseguido acampar en los establos del palacio de la Moncloa32.
Capa participó en varias patrullas del batallón Thaelmann de la xii brigada, compuesta en su mayoría por comunistas alemanes. Estableció nidos de ametralladoras en algunos edificios del perímetro occidental y cubrió la batalla que se libraba en Ciudad Universitaria, acompañado por el corresponsal del París-Soir Louis Delaprée33. Según relatan en una de sus crónicas, cogieron el tranvía hasta el final de la línea y corrieron bajo una lluvia de disparos de ametralladoras y casquetes de obús hasta encontrar refugio entre las ruinas de los edificios de las facultades34. Delaprée murió pocos días después en Madrid en el Hospital de San Luis de los Franceses a causa de las heridas sufridas en un accidente aéreo. El avión fue atacado por un caza ruso cuando intentaba regresaba a Francia. Junto a él, en el mismo aparato de la Embajada Francesa en Madrid, viajaba el médico suizo Georges Henny, delegado en España del Comité Internacional de la Cruz Roja internacional. Él estaba dispuesto a denunciar en Ginebra las matanzas que se habían producido en Paracuellos en noviembre35.
A pesar de que los nacionales estaban muy cerca y el ejército de Franco se había concentrado en el oeste, la vida cotidiana continuaba en la ciudad. Los bombardeos sobre Madrid habían comenzado y los corresponsales extranjeros se protegían de la metralla enemiga de la zona militarizada de Argüelles y Palacio hasta llegar al edificio de la Telefónica para pasar la censura y poder enviar sus trabajos36. Desde su punto de vista, informar de la acción de los brigadistas en el frente estaba movilizando la opinión internacional hacia la causa de la República. De esta manera, desde la propia Oficina de Prensa y Propaganda se organizó una visita de los corresponsales al cuartel general de la xi Brigada del general Emilio Kléber, veterano oficial del ejército soviético, con instrucciones para que se dejase entrevistar por los periodistas y posase para los fotógrafos37.
Aquella estrategia, respondía al interés de la propaganda de la Junta de Defensa de Madrid para vender optimismo y dar cobertura a los milicianos del Partido Comunista para pagar la ayuda militar rusa que estaba salvando la República. Con la llegada de personal y material bélico de la Unión Soviética, Stalin reclamó el mando único político y militar: se trataba de frenar el fervor revolucionario que empezaba a asustar a las democracias occidentales. Este fue precisamente uno de los principales argumentos para ordenar la disolución de las milicias y pasar a integrar el ejército regular de Vicente Rojo con pretensiones de disciplina, jerarquía y organización. En consecuencia, miembros de la CNT y de la FAI, que eran sindicatos anarquistas, tendrían que entrar en el Gobierno.
3. Primavera de 1937: la guerra vista por los corresponsales
A comienzos de 1937, la ofensiva nacional para cortar la carretera de La Coruña que comunicaba Madrid con El Escorial se había detenido tras duros combates y muchas pérdidas humanas. Madrid pasó de ser una ciudad sorprendida por la guerra a ser una ciudad en guerra: la zona militarizaba arrancaba de la calle Arenal a su salida a la Puerta del Sol, plaza de Santo Domingo en dirección a la de Oriente y calle San Bernardo, el alumbrado público apenas se encendía y a partir de las cinco de la tarde solo quedaban en la calle milicianos y extranjeros38.
Además, el Ejército de Franco preparaba una nueva ofensiva en el valle del Jarama al sudeste de Madrid y al oeste de la carretera principal que unía Madrid y Valencia. Entonces, ¿cuántas semanas podría aguantar Madrid si se cortaba la vía principal de suministros? La comida y los combustibles eran escasos para la población civil, aunque no para los miembros de la administración frente populista o burócratas del partido39.
El 22 enero de 1937, llegaron a Madrid los cineastas norteamericanos Joris Ivens y John Ferno dispuestos a comenzar el rodaje de un documental sobre la guerra para un grupo de simpatizantes estadounidenses de la causa de la República, se llamaría Tierra Española40. La importancia de la cinematográfica como arma de propaganda era un elemento fundamental para la victoria; las fuerzas republicanas mostraron su mejor disposición en este aspecto41.
Con Hebert Matthews se las ingeniaron para conseguir un coche y desplazarse a Arganda, donde se decía que los nacionales habían cruzado el puente que defendía el batallón Garibaldi y controlaban la carretera de Valencia. Como resultado Matthews publicó un extenso reportaje que consagró a las Brigadas Internacionales como esos jóvenes generosos «que han venido de las cuatro esquinas de la tierra para luchar por sus ideales». Comenzaba siempre con la fórmula: «Este corresponsal vio…»42.
El frente se había estabilizado pero la batalla del Jarama duró casi todo el mes de marzo. En esos días volvieron a Madrid Capa y Gerda Taro y también una de las principales celebridades en el mundo literario de la época: el novelista Ernest Hemingway43. El norteamericano había firmado un contrato con la agencia estadounidense NANA por el que recibiría 1.000 dólares por crónica que enviase desde España, o 500, si lo hacía por cable y debía descodificarse, en cualquier caso, una cifra extraordinaria para la época. Era el corresponsal más famoso y al mismo tiempo el mejor pagado. Cobraba, por lo menos, diez veces más que cualquier otro por sus crónicas despachos.
Hemingway ya había estado anteriormente en España y había escrito su novela Fiesta. Aparentemente llegaba como corresponsal, pero su intención era escribir una gran novela sobre la Guerra Civil, que creía le valdría el Premio Nobel. Esta ambición se materializó en Por quién doblan las campanas, un texto ambientado en el frente de Segovia. Pero Hemingway era un escritor muy vinculado a la izquierda y un militante que hacía periodismo desde la ideología. Un escritor con una personalidad potente, un «verso suelto». Sin embargo, en ese momento, vinculado cien por cien con la causa republicana. Hemingway viajó a Madrid desde Valencia y se instaló en el Hotel Florida, que a esas alturas del combate todavía disponía de agua caliente. A finales de marzo de 1937 llegó también a Madrid la entonces pareja de Hemingway, la escritora Marta Gellhorn44.
La primera incursión de Hemingway en el frente se produjo un día después de su llegada. Quiso acercarse a las proximidades de Guadalajara y lo hizo en un coche con el coronel comunista Hans Kahle y los dos cineastas norteamericanos con los que iba a colaborar en el documental45. Pasaron Brihuega y pudieron ver los tanques y el armamento abandonado con los «cerúleos rostros grises de los caídos»46. En los días siguientes, Hemingway volvió a varios lugares de la zona y se entrevistó con comandantes de brigadas para escribir que esa lucha «era a mayor derrota italiana después de Caporetto» batalla que él ya había narrado en Adiós a las armas y que quedaría en los anales de la historia militar «entre las batallas decisivas de la historia mundial»47.
Hemingway quería tener acceso al círculo de influencia política de la guerra. Aprovechó la buena relación que mantenía con el cineasta norteamericano Ivens para ser invitado a una reunión en el Hotel Gaylord, que estaba en la calle Alfonso XI, cerca de la Puerta de Alcalá y a la plaza de Cibeles, al que se habían trasladado la mayoría de los consejeros rusos a pesar de que la Embajada la mantenían en el Hotel Palace. En esa reunión estaba también Gustav Regler y Alexander Orlov, jefe de la KNVD que actuaba como la policía soviética, el corresponsal de Izvestia, Koltsov además de Ilya Ehrenburg, todas personalidades importantes de las influencias soviéticas en España48.
La proximidad de Hemingway con el Partido Comunista tuvo una especial repercusión en el llamado Caso Robles, un asunto relacionado con la desaparición del entonces traductor de las obras de John dos Passos. Esto terminó definitivamente con la amistad entre los dos escritores. Pocos días después del incidente, Hemingway se marchó de Madrid. De regreso a Estados Unidos, participó en la celebración del «Segundo Congreso de los Escritores norteamericanos», que se celebró en el Carnegie Hall de New York el 4 de junio de 1937. Desde el estrado, el escritor se pronunció políticamente al asociar la causa del fascismo con la Guerra Civil Española. El fascismo, dijo: «es una mentira contada por matones. Un escritor que no mienta no puede vivir y trabajar bajo el fascismo»49. Hemingway volvió a Madrid en otras dos ocasiones durante la guerra.
Una vez que se aprobó el Gobierno de Juan Negrín el 16 de mayo de 1937, pensado para sustituir a Largo Caballero a causa de los sucesos revolucionarios ocurridos en Barcelona, la atención mayoritaria de los corresponsales cambió de Madrid a Valencia. Aunque algunos optaron por permanecer en la capital de España esperando nuevas informaciones50. Constancia de la Mora fue nombrada directora de la Oficina de Prensa Extranjera en Valencia51: ella mostró mayor interés en facilitar a los periodistas extranjeros contactos con funcionarios, miembros de la administración y también para autorizar los desplazamientos de cara a visitar los lugares en los que se estaban librando los combates. También les proporcionaron autorizaciones y combustible para los automóviles en la idea de que los informadores pudiesen aproximarse, con mayor cercanía, a la situación en el frente.
Gerda Tado permaneció en Madrid y luego dejó el Hotel Florida para informar sobre Brunete en julio de 1937. Murió tras un accidente de tráfico al huir del fuego aéreo que disparaban desde las ametralladoras de los aviones. Las fotografías de Gerda Tado ya no volvieron a aparecer en el periódico de simpatías comunistas, Ce Soir52. El 5 de agosto de 1937, el semanario Regards publicaba en página ocho, un reportaje homenaje a la fotógrafa en el que se detallan muchos aspectos de su trabajo en España, así como de su muerte53.
Hemingway volvió a España a finales del verano de 1937 y de nuevo se instaló en el Hotel Florida, donde también se alojaban brigadistas del batallón Lincoln y algún consejero soviético54. A esas alturas de la guerra, Hebert Matthews y Tom Delmer se habían mudado a un ático en el Retiro, más alejado del fuego enemigo.
En noviembre de 1937, se inauguraron en Madrid los nuevos locales para la prensa internacional, con la idea de facilitar el trabajo de los periodistas extranjeros. A pesar de que al frente de estas oficinas «que a la vez son los de censura» se nombró, en sustitución de Arturo Barea, a la escritora militante comunista Rosario del Olmo, para continuar mediatizando las informaciones que salían de Madrid55.
Por el documento publicado en prensa con motivo de su inauguración, tenemos conocimiento de que en esta fecha, además de Hemingway, Marta Gelhom, Mathews y Tom Delmer, todavía seguían en Madrid el periodista mexicano Guillen; el corresponsal de Le Journal, Deltune, el director de la Agencia Associated Press, Nutters con el redactor Blardoni, el corresponsal del diario bonaerense La Nación, Esla; el corresponsal de semanarios norteamericanos Campbell; el director y redactores de la agencia francesa Havas, Legris, Rosinelli y Guillisit; los de la agencia Spegne, Gordon y Henri; el corresponsal de The Times de .Londres, De Caux; el director de United Press, Peters y los redactores Allen y Sabugo; el representante de la agencia Reuter, Papworth y el corresponsal de la prensa suiza, Kell. Muchos de estos nombres todavía permanecen en el olvido.
Desde finales de 1937, y prácticamente después de la batalla de Brunete, apenas se dieron combates en la zona de Madrid por lo que el interés de los corresponsales pasó a desplazarse a Belchite, la ofensiva de Aragón y el Ebro. Teruel empezó a ganar los titulares de periódicos como New York Times, The Daily Teelegraph, The Times y el resto de la prensa de la época. La Batalla de Teruel se había convertido en una prioridad para el desenlace de la guerra, lo cual tendría también sus implicaciones en el resto de Europa daba la situación internacional que se estaba viviendo.
Hemingway, Matthews, Burkley y Ilya Ehrenburg fueron algunos de los que se desplazaron hasta la zona de los combates56. Los corresponsales que todavía permanecían en zona franquista se aproximaban desde Zaragoza por el corredor del Jiloca. En noviembre de 1937, cuando el Gobierno se trasladó de Valencia a Barcelona, la Oficina de Prensa Extranjera tuvo que empezar a compartir sus oficinas con el Departamento de Propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores.
El corresponsal de la United Press, Peter Irving, que había logrado vulnerar la censura y enviar numerosas crónicas desde Barcelona, fue expulsado de España. L’Humanité, el diario órgano de expresión del partido comunista contaba entonces con una corresponsal en Cataluña, Simone Téry. George Orwell, pseudónimo con el que es conocido el escritor Eric Blair, llegó a Barcelona con la intención de escribir artículos periodísticos como corresponsal de varias publicaciones izquierdistas, pero al poco de llegar se enroló en las milicias del POUM. En 1938 publicó en Inglaterra la obra Homenaje a Cataluña, una clara denuncia del autoritarismo estalinista. Gran parte de las informaciones sobre la batalla del Ebro se hicieron desde el Hotel Majéstic de Barcelona.
Sabemos que Hemingway volvió durante la guerra una tercera vez a la capital de España. Fue en mayo de 1938, cuando la situación de la República era ya muy deficiente. Entonces en Madrid ni siquiera disponían de calefacción y Mattheus contaba que llegó a tener sabañones por el frío57. Pero a partir del verano de 1938 casi ningún corresponsal tenía interés en quedarse en Madrid. Las informaciones sobre la guerra fueron desapareciendo en los rotativos mundiales ante las tensiones que se estaban viviendo en Europa. La anexión de Austria al Reich y la ocupación de los Sudetes en Checoslovaquia desplazaron hacia estas zonas el interés de las informaciones en la prensa internacional. Muchos corresponsales se trasladaron de Madrid a Praga o a Berlín.
Conclusiones a modo de epílogo
Al comenzar 1939, la mayoría de los corresponsales extranjeros se habían marchado de Madrid. Buckley formó parte del éxodo de exiliados que huyeron a Francia y Matthews salió de España por la frontera casi al final de la guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial continuó siendo uno de los corresponsales más destacados del New York Times y se hizo mundialmente famoso tras entrevistar a Fidel Castro en Sierra Maestra en 1957.
El corresponsal extranjero que más tarde salió del Hotel Florida fue O.D. Gallagher, enviado del Daily Express, periodista irlandés de origen sudafricano que se quedó hasta la entrada de las tropas de Franco. También en Madrid seguía Henry Burckley, que fue de los últimos en cruzar los Pirineos junto a los restos de las derrotadas fuerzas republicanas tras diez años informando desde España. Uno de los primeros corresponsales que entró en Madrid el 27 de marzo de 1939 fue el chileno Bobby Deglané, entonces periodista del semanario Fotos de San Sebastián, destacadísimo locutor de la radio de los años 50 y 60. «¡Madrid como paz victoriosa!», escribió; pasados treinta y dos meses desde el inicio del conflicto.
Hemos identificado a seis corresponsales extranjeros fallecidos en España durante la Guerra Civil: Louis Delaprée; Gerda Taro; Jim Lardner, en la batalla del Ebro y que había llegado a Barcelona en marzo de 1938; Edward J. Neil, de la agencia AP; Bradish Johnson, de la revista Newsweek y Dick Sheepshanks, reportero de Reuters que fallece en la batalla de Teruel. Ninguno latinoamericano. Sin desmerecer el trabajo de los corresponsales que cubrieron desde Madrid la Guerra Civil, podemos afirmar que debido a la mediatización de la censura que se ejerció por parte de los mandos republicanos, así como a su propia identidad política, la mayor parte de ellos sirvieron a la ideología que defendían.
* Proferora Titular. Directora del Departamento de Humanidades. IP del Grupo de Investigación Consolidado ESCUR (España cuña de los corresponsales de Guerra). Universdad San Pablo CEU.
1 Para un mejor conocimiento de la Prensa en estos años Justino Sinova, La Prensa en la Segunda República (Madrid: Debate, 2006) y Cristina Barreiro, «Aproximación al estudio de la Prensa durante la Segunda República», Re-Presentaciones. Periodismo, Comunicación y Sociedad, nº3 (2007): 57-76.
2 «Hemingway on Spain: Unedited Reportage», Herbert Mitgang, 30 de agosto de 1988, acceso el 25 de noviembre de 2024, https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/books/99/07/04/specials/hemingway-reportage.html?scp=4&sq=reprtage&st=cse.
3 Gutmaro Gómez, ed., Asedio. Historia de Madrid en la Guerra Civil (Madrid: Editorial Complutense, 2018).
4 Sobre cómo se encontraban los periódicos en Madrid en los primeros días de guerra y los mecanismos de censura que se emplearon por el Ministerio de Gobernación, puede verse Rafael Cordero, ¡Periodistas a las armas! La Prensa republicana en el Madrid de la Guerra Civil (Sevilla: Renacimiento, 2022); Juan Carlos Mateos, Bajo el control obrero. La prensa diaria en Madrid durante la Guerra Civil (1936-1939) (tesis doctoral, Universidad Complutense, 1996) y Paul Gordon, «Corresponsales y censura en la Guerra Civil Española», Aportes, n.º 84, XXIX (2014): 79-104.
5 «Lawrence A. Fernsworth. Author and Newspaper Correspondent», The New York Times, 20 de julio de 1979, acceso el 12 octubre de 2023, https://www.nytimes.com/1979/07/20/archives/lawrence-a-fernsworth-author-and-newspaper-correspondent.html.
6 El novelista y escritor Arturo Barea, en el tercer volumen de su trilogía, La forja de un rebelde, La Llama, ofrece información detallada, aunque tamizada por su filtro personal, sobre la Oficina de Prensa Extranjera y Propaganda, que se creó en el edificio que tenía la Telefónica en la calle de Gran Vía y que se convirtió en el centro de operaciones de los corresponsales extranjeros en Madrid durante la Guerra Civil.
7 Gaceta de Madrid. Diario Oficial de la República, 28 de octubre 1936.
8 Buckley dejó testimonio de su vida y trabajo como periodista en España en su obra en Henry Buckley, Vida y muerte de la República española (Barcelona: Espasa, 2013).
9 Aunque este artículo estudia el papel de los corresponsales en el Madrid republicado, no puede dejar de señalarse la análoga situación respecto a las medidas de censura que vivieron los informadores en la España nacional, ya que en ocasiones los enviados especiales llegaron a precisar escolta militar en sus movimientos.
10 New Chronicle, Londres, 24 de octubre de 1936.
11 Michel Koltzov, «Stratégie de la guerre d’Espagne», Regards, 24 de septiembre 1936, acceso el 13 de octubre 2023, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7654697v/f5.item.
12 Los siguientes trabajos se han centrado en el papel de los corresponsales extranjeros en España durante estos años: José María Armero, España fue noticia: corresponsales extranjeros en la Guerra Civil Española (Madrid: Sedmay, 1976); Daniel Arasa, De Hemingway a Barzini. Corresponsales extranjeros en la Guerra Civil (Barcelona, Stella Maris, 2016) o Paul Preston, Idealistas bajo las balas. Corresponsales extranjeros en la Guerra de España (Madrid: Debate, 2007).
13 Regards, 24 septiembre 1936, acceso el 13 de octubre 2023, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7654697v.r=CapaRegards%20Regards?rk=300430;4 y Regards, 15 de abril de 1937, acceso el 13 octubre 2023 http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0039238609&page=5&search=Koltsov&lang=es. También VV. AA: Robert Capa en España. Fotografías de la Guerra Civil (Madrid: Palacios y Museos Ediciones, 2003) y L.B. Arroyo y H. Doménech, H, «Gerda Taro y los orígenes del fotoperiodismo moderno en la Guerra Civil española», Fotocinema. nº 10, (2015): 119-153.
14 Carlos Vega, «Las fotografías de Robert Capa y Gerda Taro durante el asedio del Alcázar de Toledo (1936). Revisión del catálogo de Magnum Photos y el International Center of Photography», Revista General de Información y Documentación, vol. 30, nº1 (2020): 183-218; Miguel Ángel de Santiago, «Desarrollo de la fotografía como medio de propaganda», Aportes, n.º 102, (2020), 53 y «De Hemingway a Capa en la guerra civil española», Cristina Barreiro y Alfonso Bullón de Mendoza, eds., Corresponsales de Guerra en España (Gijón: Trea, 2023), 285.
15 Para conocer los antecedentes de este reporterismo gráfico pueden verse los trabajos de Juan Miguel Sánchez, La fotografía en España. Otra vuelta de tuerca (Gijón, Trea, 2013) o Juan Miguel Sánchez y María Olivera, Fotoperiodismo y República (Madrid: Cátedra, 2014).
16 El periodista dejó escritas sus experiencias en la Guerra Civil española en su obra. Hebert Matthews, Half of Spain Died (London: Scripner´s, 1971).
17 Puede verse Javier Cervera, Madrid en Guerra: la ciudad clandestina (Madrid: Alianza, 2014) y J. Martínez, La Batalla de Madrid (Barcelona: Crítica, 2007).
18 Arturo Barea, La forja de un rebelde. La Llama (Madrid: Debate, 2000): 630.
19 Gordon, «Corresponsales y censura en la Guerra Civil Española», 79-104.
20 Armero, España…, 65 y Gordon, «Corresponsales y censura en la Guerra Civil Española», 96.
21 Preston, Idealistas …,54; Cervera, Madrid…, 82 y Federico Martínez, Varela (Madrid: La Esfera, 2012), 206.
22 Gordon, «Corresponsales y censura en la Guerra Civil Española», 101.
23 Regards, 15 de abril de 1937, acceso el 8 de agosto 2023 https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76359270/f1.image.
24 Cordero, ¡Periodistas …!, 112.
25 Matthews, Half of Spain Died…107-120.
26 Para este relato nos hemos basado en muchas de las informaciones que proporciona Amanda Vaill, Hotel Florida (Madrid: Turner, 2020)
27 Referencias a las llegadas de Hemingway, Dos Passos y el actor Errol Flynn a Madrid encontramos en «Dos camaradas de América Hemmingway y John Dos Passos», Ahora, diario de la juventud, 25 de abril de 1937, acceso el 10 de octubre de 2023 https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0029974360&page=11.
28 M. Requena y R.M. Sepúlveda, Brigadas internacionales. El contexto internacional, los medios de propaganda, literatura y memorias (Albacete: Nausícaä, 2008), 65-87.
29 Vaill, Hotel Florida…, 215. El profesor William B. Watson recopiló treinta crónicas originales que había enviado Hemingway antes de que fuesen modificadas en las redacciones de los periódicos de Estados Unidos. Se puede consultar en Mitgang, Herbert. «Hemingway on Spain: Unedited Reportage».
30 Preston, Idealistas ... 89-96.
31 Sobre George L. Steer puede verse; Virginia López, «George L. Steer, cronista de la guerra civil en Euskadi», en Crónicas de tinta y sangre. Periodistas y corresponsales de guerra (1936-1945), ed. por Antonio César Moreno (Gijón: Trea, 2021).
32 «Los héroes de Bilbao mantienen su heroica resistencia», El Sol, 16 de junio de 1937, acceso el 10 de agosto de 2023, http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000589106&page=1&search=Regler&lang=es; Daily Herald, 13 de noviembre de 1937, acceso el 13 de octubre de 2023, https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000681/19371113/040/0003 y Requena y Sepúlveda, Brigadas internacionales…, 96.
33 Regards, 18 de marzo de 1937, acceso el 11 de agosto de 2023, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7635923b.r=CapaRegards%20Regards?rk=193134;0 y Vaill, Amanda. Hotel Florida, 264.
34 Louis Delaprée, Morir en Madrid (Martin Minchom: Raíces, 2013), 145-147.
35 «Las compañeras de los héroes del “Komsomol”», Ahora, diario de la juventud, 10 de enero de 1937, acceso el 22 de septiembre de 2023 http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0030008124&page=5&search=Delapr%C3%A9e&lang=es; «El último mensaje enviado desde Madrid por Delaprée», Frente Libertario, 10 de enero de 1937, acceso el 18 de agosto de 2023, http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0029741858&page=1&search=Delapr%C3%A9e&lang=es y artículos censurados a Delaprée en Paris-Soir http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001048914&page=1&search=Delapr%C3%A9e&lang=es.
36 Gordon, «Corresponsales y censura en la Guerra Civil Española», 97.
37 Requena y Sepúlveda, Brigadas internacionales…, 96 y Cordero, ¡Periodistas a las armas! ..., 109.
38 Cervera, Madrid en Guerra…, 167-168.
39 ABC, 18 de julio de 1937, Edición de Sevilla, acceso el 13 de octubre de 2023 https://www.abc.es/archivo/buscador/?titulo=%22un%20a%C3%B1o%20de%20combate%22&tipo=hemeroteca&fechaDesde=1937-1-1&fechaHasta=1937-12-31.
40 Sobre el trabajo de Ivens en España puede verse «La defensa de Madrid filmada por un holandés» Estampa, 15 de mayo de 1937, acceso el 11 octubre de 2023 https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0003482684&page=10 y «20.000 dólares para la República española», Mi revista, 15 mayo 1938 https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0004165268&page=24.
41 Carlos Fernández Cuenca, La guerra de España y el cine (Madrid: Editora Nacional, 1972) y Oriol Ponsatí- Murlà, «De las imágenes del conflicto al conflicto de las imágenes: La célébrité déconcertante de una exhibición macabra en la Barcelona revolucionaria», Hispania Sacra 75, n.o 152 (2023): 435-443.
42 Matthews, Half of Spain Died…, 67-103 y Vaill, Hotel Florida…, 201-204.
43 Regards, 18 de marzo de 1937, acceso el 9 agosto de 2013, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7635923b.r=CapaRegards%20Regards?rk=193134;0. Sobre la llegada de Hemingway a España, Daily Herald, 24 de marzo de 1937, acceso el 20 agosto de 2023 https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000681/19370324/060/0005.
44 Vaill, Hotel Florida…, 109-134.
45 «Pues, efectivamente, tampoco han entrado el día 2», La Voz, 3 de marzo de 1937, acceso el 27 de agosto de 2023, https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0001048935.
46 Regards, 26 de abril de 1937, acceso el 12 de octubre de 2023, https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0039238623&page=8.
47 La Voz, 30 abril 1937. Entrevista con Hemingway, acceso el 12 de octubre de 2023 https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0001049875.
48 La Voz del Combatiente, 17 de junio de 1937, acceso el 12 de octubre 2023, https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0029684026&page=3; Crónica de Gustav Regler, «Todo por España», El Sol, 8 de julio de 1937, acceso el 11 de octubre de 2023, https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0000589601&page=3.
49 Newcastle Evening Chronicle, 11 de junio de 1937, acceso el 18 de agosto de 2023 https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000726/19370611/014/0014.
50 Vicente Aupi, Crónicas de fuego y nieve. La Guerra Civil española y los corresponsales internacionales en la Batalla de Teruel (Madrid: Dobleuve Comunicación, 2017), 12-46.
51 Constancia de la Mora dejó escrito el testimonio de su labor como responsable de información extranjera durante la guerra en su autobiografía; Constancia de la Mora, Doble esplendor. Autobiografía de una aristócrata española, republicana y comunista (México: Grijalbo, 1977), 205-210. También el libro; Soledad Fox, Constancia de la Mora: Esplendor y sombra de una vida española del siglo XX. Sevilla: Espuela de Plata, 2008.
52 Sobre la muerte de Gerda Tado puede verse; Ce Soir, 27 de julio de 1937, acceso el 10 octubre 2023 https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7633653t; Daily Mirror, 20 de agosto de 1937, acceso el 13 de octubre de 2023, https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000560/19370820/139/0015; Coventry Evening Telegraph, 27 de julio de 1937, acceso el 12 de octubre 2023, https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000560/19370820/139/0015; La Libertad, 30 de julio de 1937, Salida del cadáver a la frontera francesa y Regards, 21 de julio de 1938, acceso el 20 de septiembre de 2023, http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003201591&page=2&search=%22Gerda+Taro%22&lang=es; http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0039238819&page=9&search=%22Gerda+Taro%22&lang=es.
53 Regards, 5 de agosto de 1937, acceso el 14 octubre de 2023, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k76359433/f8.double.
54 Estampa, 23 de octubre de 1937, acceso el 15 septiembre de 2023, http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003484427&page=5&search=Hemingway&lang=es,
55 La Libertad, 16 de noviembre de 1937, acceso el 10 de septiembre de 2023 https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0003206302&page=3. Rosario del Olmo publicó sus colaboraciones en publicaciones como Nuevo Mundo, Blanco y Negro, La Esfera o el diario Heraldo de Madrid y una vez comenzada la guerra lo hizo en La Libertad, octubre, ¡ayuda!, El Mono azul y Mundo obrero. Era miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios y fue directora de la Oficina de Prensa de la Junta Delegada de Defensa de Madrid. Informaciones sobre ella y su labor las encontramos en: Mendoza Martín, «Rosario del Olmo: periodista politizada», en La Historia. Lost in translation. Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, ed. por D. A. González (Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2017), 3065-3076.
56 Sobre la labor de los corresponsales en la batalla de Teruel pueden verse las mencionada; Aupi, Crónicas de fuego y nieve…, 207 y Arasa, De Hemingway a Barzini…, 167. Muchas de las crónicas de Hemingway se publicaron en Daily Mirror. Puede verse Daily Mirror, 16 de abril de 1938, acceso el 14 de octubre 2023 https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/viewer/bl/0000681/19380416/018/0002.
57 Matthews, Half of Spain Died…132.
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